Verano 23 (y XI: ¡Tequila!)

El verano de 2023 -que toca a su fin- ha tenido un protagonista (y un colofón) inesperado: ¡Tequila!

¡Salud!

Ay, el verano. Esta semana no sólo se están yendo esas temperaturas imposibles (aunque ahora uno nunca sabe ya cuando vuelven o si volverán) sino que vuelve la guardería. Esta estación, decía, está muy bien. Está muy bien excepto cuando no se puede salir ni a la terraza o si, como es mi caso, tienes dos críos inquietos y eres autónomo y los días duran lo que duran. La productividad se complica, pasa a horas improbables y se acumulan los golpes, chichones, discusiones y acaloramientos.  Menos mal que teníamos al abuelo José María. Ahora vuelve la guarde, y la semana que viene el cole del mayor. La normalidad se instaura, Valladolid se llenará de tapas, resucitará a la luz algun jersey para sobrellevar la hora final de los conciertos… civilización, en definitiva. Ansiada civilización, también llamada Otoño.

(El Otoño es como la primavera pero sin alergias, el Otoño mola)

«Papá, hay una nueva canción de Tequila. Se llama ¡Salta!»

Es el final del ciclo. El verano empezó sonando a Colombia. Todo era Yatra, Morat, Juanes, Carlos Vives. Lo conté al inicio, en la gloria inmarcesible, parte I de este viaje de verano. Pero M. ha salido melómano y su voracidad es insaciable. Y ha sucedido la magia. De repente, poniéndole sus abuelos canciones de los 80 (sospechamos que algún disco de la serie Cuéntame) ha llegado a Tequila. Ha preguntado por ellos. Y (no me atrevo todavía a usar las palabras «Ariel Rot») de ahí le he presentado a Los Rodríguez, que la mitad eran de Tequila, y cantaban «Palabras más, palabras menos», «Mucho Mejor» (hace calor) o «A los ojos» (llena de Significado).

Lleno de confianza en que la cosa iba entrando… ayer le coloqué la versión directo de «Quiero besarte», con ese guitarreo envidiable, y fuimos canturreándola camino de la piscina

Vuelvo atrás, a finales de Julio principios de Agosto. Conduciendo por la ciudad, por donde tantas veces era yo el niño que veía conducir a su padre, apareció el recuerdo de Miguel Ríos. Lo contaba por aquí, si alguien quiere releerlo, en 2010.

«Sin darme cuenta me iba acercando poco a poco hacia Elvis» 

Hastío y estío

Una vez vivido se le puede poner título al verano, que nació sin guion, pero con la pretensión de irlo contando martes a martes. El verano 2023 será el verano de Tequila. El verano en el que nos fuimos de boda mexicana, bebimos mezcal, bailamos y olvidamos malas patas. Pero también el verano en el que M. (y con ello L. que en todo ya se fija) llegó él sólo hasta Tequila, hasta el mejor rock en español, hasta canciones que han sido himno de tantas historias (de El detective impuntual, del hallazgo de La chica del paraguas, de mil andanzas más). 

Y con el tiempo, seguro, todas las preocupaciones de verano, los agobios, el cansancio y los desvelos, pasarán a segundo plano. Olvidaremos que ya -cada vez más- somos feos. Y este verano, y todas sus fotos, cantarán la melodía de las sonrisas, los brincos, consorcios, diablos. Y sabrá a tequila. Me he permitido no olvidar que este verano aún no había escuchado a Los Straitjackets cantarle a Lupe, Lupita mi amor. 

Y ahora ya, si quiere, que venga ese pérfido Otoño y sus chaquetas y amago de bufandas.

Pero Lupe habrá bailado, como cada año, el ritmo del rock. Y cuando ella me besa me hace temblar…

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