Detrás de Trapseia

Esa maldita concha tiene que estar en alguna caja sin desembalar.

Era 7 de Julio de 2007 y mi amigo perdiz se tostaba al sol en La Manga. Para entonces, después de comer, yo ya era un cangrejo en ciernes. Ni factor 15, ni factor 50, ni factor X. Al que le sale el gen tonto, le sale. Las fotos del viaje de vuelta son tremendas, conduciendo sin saber quién quemaba más, si mi cara o el volante.

En la playa, como contaba, enfundado en mi camiseta blanca made in premio de lata de refrescos,eché a andar mientras me tostaba por la playa. Nadé un poco. Salí del agua y puse los pies esperando la marea mientras me iba enterrando poco a poco, poco a poco, poco a poco. No hacía mucho sol y casi nadie pasaba. Una idea me daba vueltas a la cabeza y jugaba con ocho letras. Ocho letras de un acrónimo que quería homenajear con otro pero en diferente orden.

“Trap-seia….umm, me suena a griego”

Esa ola trajo una concha, que es posible que una década después aún esté por alguna parte. “Trapseia. Me gusta. Me quedo la concha para que no se me olvide. Sí, me gusta.”

A la vuelta conduje con una mano, alternando quemaduras. Mr. Perdiz puso el ipod y se durmió a mi lado. Nadie en la carretera, aburrimiento supino y lupino, y una sola idea en mente… llegar a casa y buscar en Google si existía la condenada palabreja. Federer acababa de ganarle Wimbledon a Nadal y en las cercanías de Abantos de noche no se veía un pimiento. Y no, Trapseia no existía.

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Trapseia no es mi primer blog. De hecho, no falto a la verdad si digo que fui uno de los primeros en asomarme a ese nuevo invento llamado “bitácoras”. Por entonces, sin tener mucha idea, intentaba en la universidad hacerme una página web propia. Iba quedando cutrecilla, pero tenía colgado el clásico obrero que decía “estamos en obras”. En esas vi que un nuevo sistema estaba causando furor. Tú sólo ponías el texto y la página se iba actualizando sola. En mi presentación de oratoria -puedo decir que saqué un 9- explicaba que era ese nuevo mundo y lo maravilloso que era Blogger, todavía sin caer en manos de Google.

Fue mi primer blog personal y lo mantuve hasta el final de la carrera. Se hizo cierto nombre y me permitió conocer a blogueros de postín como Judas, Shhh!, Lola…

Mi segundo blog fue abierto al poco de iniciar mi etapa profesional en Ávila. Pero ese nuevo espacio se fue haciendo demasiado personal y en extremo volcado en mis dolidas entrañas: eran malos tiempos. Hice un parón y me alejé de la blogosfera, aunque una amiga de la red de redes me había dejado escrita una maldición-bendición: “El viejo capitán siempre regresará a la mar”.

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Fue un veterano compañero de fatigas por estos procelosos mares, el mencionado Judas, quien regresó a la red con renovados bríos. Me asombraba cómo en su regreso había logrado cambiar totalmente el aspecto de su página. Yo también había hecho mis pinitos en su momento, sin ningún conocimiento previo…probando y reprobando, cambiando códigos y experimentando con el aspecto de mis antiguas bitácoras. Pero eso de WordPress parecía diferente….

Le comenté al señor de las monedas de traición mi idea de volver. Me ofreció su dominio para ello y le contesté que no, que no me veía con fuerzas de experimentar, tocar códigos, insertar plugins. Demasiado lío. Volvió a ofrecerme su ayuda, conste en acta. Pero uno es tozudo. Obstinado.

Al empezar 2008 cambié de perspectiva y al final me metí al lío. Desde entonces, en lo puramente técnico, esta bitácora se aloja en un dominio privado y usa plantillas de WordPress modificadas a fuego lento, insertando ideas de aquí y de allá.

En Trapseia firmaré como Faro. Viene de mi anterior experiencia blogosférica, cuando, buscando un nombre con el que firmar los escritos, sonaba de fondo “Faro de Lisboa” de Revólver. Paralelamente, había encontrado una plantilla de Blogger que era precisamente una torre de luz.

Y me eché a la mar.

Sed bienvenidos.