El bebedero de Gondwana
23/12/2021
“Me dijiste que te comerías el turrón”, me reñía una compañera (me atrevería a decir que apenada) al verme recoger la estantería, cerrar la maleta y bromear con un “tranquila, que volvemos en Marzo”. Que no sea por no decirlo.
Lo cierto es que ya esa mañana, para inaugurar el festival, la llave del coche se me había negado a abrir el coche, no flip-flip no party, señal de que Murphy me tenía el ojo echado. Ya en la circunvalación, con la mente imaginando cuchillos en la espalda, creí percibir un flashazo. Espero haber salido guapo. O borroso, mejor borroso. Blasfemo a Shiva y a Yahveh: de cobardes, ratillas y gente que no se viste por los pies. No es momento de facturas.
El caso es que ya no suena el teléfono. He quitado el modo silencio, y hasta la molesta vibración. Tras cuatro dias ya llaman menos, escasean a estas alturas los despistados. Después de seis años de llamadas y mensajes contínuos, sin entender de fines de semana, días libres u horas intempestivas, la sensación es peculiar. Liberadora. Sin embargo, por esas cosas extrañas de la mente, es justo entonces cuando me doy cuenta de que no puedo más. No me quiebro, porque el puñal se veía venir, pero mi cabeza dice Stop.
Justo hace un año ya lo aventuraba aquí mismo: «A algún sitio habrá que irse cuando vengan los nuestros con el hacha en el 21, o con suerte el 22».
Y llegaron los nuestros, que siempre fueron muy suyos.
«A ver», escribía al dejar la silla. Casi diez años antes tenía las mismas dudas, las de cuando el año empieza en Enero y no en Septiembre como debería. Ya quedó escrito en aquel «El coche huele a ti». Esta vez no es mi sobrino con el que tendré que negociar cuánto tiempo estaré en el paro. Ahora tengo dos niños que no se enterarán de la cosa, de hecho sólo el mayor percibirá que Papá está más en casa y mira menos el teléfono. Eso es bueno, pensará. Pero la luz seguirá subiendo y su padre sabe que, tal vez como nunca, no está permitido rendirse.
«Una experiencia relajante». «Se te olvidan los problemas». «Energía positiva». Hago caso a los de Reddit y busco el bebedero de Gondwana.
El pequeño duerme, el teléfono sigue sin sonar, una avestruz bebe agua despreocupadamente allá por Namibia.
Dejo el desierto ahí en la pantalla. Cojo el teléfono, hablo con un wingman al que también la casa ya se le cae encima.
No, aquí no se rinde nadie.