Note to self: don’t die (VI)

-viene de Note to self: Don’t die (V)

VI. La Nariz

¿En qué momento me dio por querer ser periodista? No lo sé, no sé cuando fue, en qué momento llegó la bendita iluminación.

He apostatado, pero no me lo tome nadie en serio. O no del todo. Pero es cierto que mi mala memoria respecto a la infancia me lleva a esa pregunta. ¿Cuándo fue? ¿Quería narrar etapas de la Vuelta a España? ¿Qué carajos quería? ¿Ser un nuevo Juan Antonio Cebrián? ¿Conquistar las ondas, tener una postal con mi cara como la que tenía yo de Gemma Nierga? De verdad que no recuerdo cuando fue, y sí recuerdo los grandes esfuerzos de mi madre para que estudiara otra cosa, aunque fuera a la vez. Que no, que quiero ser periodista; respondía yo, que sabía todo de la vida y arsa.

Si yo quería ser astronauta, demonios. Yo lo que quería, me digo buscando en el cielo la conjunción Júpiter-Saturno, era montarme en un trasbordador y saludar estratosferas.

Y hay quien se ha descuidado y ahora está
Colgado de la luna y ya no volverá

Es la nariz, me chiva el paisaje.

Sigo dando vueltas con el niño por Santa Cruz, haciendo fotos rápidamente a los rincones peculiares (de ahí han salido todas las fotos de esta semana de entradas) como prometí cuando el «Y sí». Es la nariz, Ru, es el olfato. Son las permanentes ganas de estar ahí, olisquear todo de cerca, saber qué está pasando, contarlo más que que te lo cuenten, quijotear cuando la ocasión lo requiera.

Sí, Ru; le digo a Negro. Pero a Torres le habría gustado que la lotería le hubiese permitido comprarse una casa en Cai y retirarse a leer libros y saludar Faros.

Es culpa de Marías también todo esto, prosigo en mi mirada al infinito. Que lo de Berta Isla (acaban de anunciar continuación) sí me ha dejado huella. Lo de trascender, lo del legado.

Así que me imagino otra vida, de detective impuntual, o mejor de comentarista deportivo en batín, un Ibai en chanclas con acento del Adaja. Poco probable parece cuando mi único gran logro, en años ya de Twitter futbolero anónimo, ha sido que me bloqueara Marcelo por decirle (con cierta insistencia, pobre de su community) que estaba en la foto de todos los goles. Borré esa cuenta, he borrado ya casi todas. Escribo para el vacío, un pocosfollowers con ínfulas.

Lo tengo, plan B: ponerme un nombre artístico espléndido y convertirme en afamado columnista local. Dar conferencias, ir a bares llenos de libros y decir que el primer Alonso Quijano está bien, pero que es mejor el segundo. Sin embargo, me falta una pipa o algo cultureta de referencia: una bodega, una corbata, presidir una asociación o tener un amigo constructor. A dónde vas sin padrinos, pocosfollower de boniato. 

Así que abandono la idea de columnista y me centro en otro futuro: ser profesor de universidad, y legar a los chavales toda mi sabiduría de años de master de la universidad de la vida. A algún sitio habrá que irse cuando vengan los nuestros con el hacha en el 21, o con suerte el 22. Pero… ¿Cómo hacen ahora las clases? ¿Siguen llevando transparencias? ¿Los apuntes van vía Whatsapp? ¿Usan Dropbox? ¿Al profe le hacen alumno-bullying por Twitch? ¿Sabría soportar el mote que me pusieran? ¿Los chavales siguen poniendo motes o te cancelan? ¿Usarán iPad en vez de bolígrafo? ¿En qué momento dejé de ser un early adopter para ser un sobrepasado viejuner?

Tal vez mi futuro de ilustre parado ¡¿por qué no me haría funcionario?! me acabe convirtiendo en columnista, mi indudable prestigio me lleve a ser profesor, de ahí a contertulio de radio, ya a un paso estaría de la La Rosa de los Vientos y con ello ser un poco astronauta.

De vuelta a la tierra terrícola, el viaje llega a su fin. Mañana, con El Legado, cerraré esta catarata para desearos con ello una Feliz Navidad. Que hasta este año solía decir felices fiestas, pero como lo de Navidad molesta, y yo ya me estoy peinando canas, pues digo Navidad.

Pd: Tranquilos todos, ganaremos los buenos. Que para algo somos los buenos. Tampoco hemos apostatado de esa lucha.

continúa en Note to self: Don’t die (VII)

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