birds flying over body of water during golden hour

Honor

Era verano, hacía calor, el cuerpo pedía sentarse y abrir una cerveza, pero yo sentía cada tarde la necesidad de rastrillar y devolver el equilibrio al césped. Como si la persistente tamuja, más en un verano de vientos, fuesen las canas de mi cabeza que volvían y volvían.

Rastrillar y restituir el verde.

Y, sin embargo, a mi obstinada resistencia se le imponía siempre la belleza, la insistencia de la naturaleza en no dejar el suelo supuestamente ordenado, porque el orden pide el ciclo, porque el ying pide el yang.

2021, el año que fue miércoles. Han pasado tantas cosas, a todos, que mejor tirar de Capitán Haddock.

El 8 de Septiembre de 2021 estábamos a punto de cumplir dos décadas del inicio de la carrera. Fue el año del 11-S, arrancaba el milenio, eso de Internet se empezaba a colar en nuestras vidas. Todo iba a cambiar.

Los segoviejos de ahora sabíamos que iba a ser difícil juntarnos para la efeméride con normalidad; ya saben, el maldito bicho. Pero vino además la desgracia, porque de un modo u otro siempre acaba llegando.

Ese 8, y tuvo que ser en el maldito Twitter, leí por primera vez que acababan de decir en la radio que Elia había muerto. Radio y Elia, sólo podía ser nuestra Elia: mi amiga, la mejor (no hay discusión) de toda aquella generación de la SEK que fuimos.

Hace 20 años no había Twitch ni Youtube, apenas Terra o Yahoo, y no eran tan comunes las cámaras de fotos móviles. Eso seguramente nos permitió una universidad más libre y despreocupada de lo que será la de ahora, pero también hace, Elia, que no tenga una foto contigo, juntos, solos, como pensaba que sí teníamos.

Lo que teníamos, y no era poco, era bolígrafo y tecla; y por eso puedo ahora reencontrar lo que escribí a la vuelta de Zaragoza, revivirlo y sentirlo, aquella excursión con los imprescindibles Aitor, Pablo, Deivid, la tropa de camaradas que acabamos refugiados en una habitación de la Academia General Militar, celebrando  -de algún modo- la juventud, la libertad, la risa sin filtros, jugando a Splinter Cell, yo cojo como un demonio, socarron y bromista, cojuelos diablos, entre cabos y sueltos.

De esos viajes siempre nos quedó la escena épica del Rey Arturo -nos recorrimos media península riendo- en el que su majestad arengaba a las tropas con Honor. Te hacía gracia lo locos que estábamos, y que espero sigamos estando pese a todo, pese a todo

Al final compartimos radio, en 2013, perdiéndonos primero en esas batallas, pero acabando prometiendo hablarnos más, vernos más. Maldita sea.

Acababa, como ahora, de quedarme en paro, y me dio (también) por escribir. Elia me ofreció un hueco en la radio nacional pese a ofrecerle yo un libro tan menudo, porque ella era así, una mujer de honor, libre y amiga

 

Tengo ahora un último audio tuyo, en Whatsapp, cantándome aquello de creo que LH es un elfo, con unos emoticonos felices. Nuestra última palabra es «maravilloso», y sí lo es, que así sea, que esa sea la palabra final.  

El boletín oficial de hoy dice que empiezo el año sin trabajo, pero siento que todo está por hacer, que el honor pide más batallas, que a la vida debo mirarla como Henry Jones en la playa de los pájaros, sonriente bajo el paraguas, astuto y atrevido, con clase, porque llueve pero saldrá el sol, vendrá viento y habrá tamuja, y seguirá siendo bello, pese a todo, pese a todo.

+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Deja un comentario