Los ojos del color de la Coca Cola

«Los ojos del color de la Coca Cola»; aquello te traía dolores. Que Fito, el de Platero, hiciese ese tipo de rimas. Nunca le perdonaste que sonase en Los40, que era como traicionar su «No hierve tu sangre» en el que se autoprofetizaba: «Tú te crees que yo te envidio, Por sonar en Los 40»

Venía a contarte que Luis Fonsi, ahora, con lo que hay ahora, es música. Ya está, lo he dicho, está escrito. Despacito, pero escrito. Y es que la cosa no queda ahí, que es que lo que te viene ahora es aún peor:

Fito suena en la Cadena Dial.

Y la verdad no te sabría decir, sobre la canción, de cuál de sus últimos cinco discos es… pero estoy moviendo el pie, sin darme cuenta, apurando el café antes de volver a enfrentarme al viento y al cielo hermético de la canción.

Hay más: el Real Ávila no volvió a ascender, me temo. De hecho bajó. Historia larga. Pero este año puede subir (toquemos madera), y con ello salir en el Football Manager del año siguiente, que es como llamamos al PC Fútbol de ahora: habrá que derribar Old Trafford de nuevo. En eso del fútbol, además, el tiempo nos ha dado la razón a lo que sospechamos en tantos paseos: nos robaban la liga. Y en la vida en general nos roban todo, nuestra generación estorba que da gusto. Ya te habrán llegado noticias de lo de que te pisan la huella y te dejan sin sentido al guisante. Lo que dice Fito, que esto da vértigo como un látigo (o algo así).

Ahora que te tengo en sintonía, ya habrás visto que tras Fito han puesto a Dalma, el de Bailar Pegados. Y me parece un temazo. Me estarás leyendo como raro desde ahí, pero eso es porque no llegaste a conocer a Bad Bunny. 

Busco la canción- ahora se puede hacer eso- y resulta que dice que «sonría, que estás en la foto». Esa es otra. Ahora hay fotos por todas partes. No te digo en China, que si te descuidas (y si no también) saben hasta si te estás enamorando porque te tienen la pupila más localizada que Tom Cruise en Minority Report.

«Sonríe porque estás en la foto, oh-oh»

A la Muralla esas cosas le vienen dando igual, pero nada sigue saliendo tan bonito  como su perfil bajo el cielo. Sin filtros ni moderneces.  Ahora estoy pasando bastante por ahí, y cuando llevas un tiempo sin estar a sus pies aquello te vuelve a impresionar. Aunque haya estado siempre de fondo de todas nuestras historias.  

Dejándome llevar por los adoquines, queriendo querer, he acabado una vez más debajo de lo que fue mi casa. Intentando rebuscar algún recuerdo o sensación entre lo que se deja ver desde la calle. Con una novedad, esta vez: la cerradura está quitada.
 
Mi cerebro empieza a justificar la necesaria fechoria: «si en sueños paso tanto por aquí, es una injusticia que no tenga llaves. Soy un intruso, pero con atenuentes». Así que entro en el portal, rebusco aromas de recuerdos, miro los nombres del buzón. Muchos siguen siendo los mismos, otros ya no. El patio al que se caían los calcetines sigue teniendo la pinta de siempre, aunque yo diría que ha empequeñecido. La puerta del portal no, sigue siendo robusta, verde y mazacote.

Apunto todo, para que el próximo sueño sea más real y no tenga la tentación de convertirse en sueño lúcido y querer acabarse antes de tiempo. Y me pongo «cabezabajo», porque no, no puedo dejar el rock. Aunque sí dejé el Cacique, ahora bebo Arehucas.

La parte buena es que ya queda menos para que sean los Cylon nos conviertan a nosotros en tostadoras.

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