Empty nature land

Cabezabajo

«Ha sonado el teléfono y ya no se ha escuchado nada más. He mirado el número, he mirado la hora y he sabido que esa llamada era de las que traen malas noticias. Si miro las fotos de mi vida …»

… estás en todas, cabrón. 

Así seguía esta entrada, creo recordar. Es lo que pedía la frase y la emoción de ese momento: una descarga, una rabia expulsada. Como conté por aquí, hay unos post de la web del periodo entre 2008 y 2009 que han quedado perdidas. Esta, «Cabezabajo», –y ya me duele que sea así- es una de ellas.

Buceando por la red solo pude encontrar el inicio, ahora puesto en cursiva. Y sé que la entrada acababa con la canción que le da título. Porque, en aquel momento, me quedé sólo (estaba mi madre en casa,  en Zaragoza, pero supo que necesitaba un rato conmigo mismo y mi impotencia) y frente al ordenador me detuve, juntando letras (ahora es imposible reproducir aquello) y buscando refugio en la música. Necesitando de Extremo, o una de Las Suaves. Era al fin y al cabo su banda sonora predilecta, de noches salmantinas y cacique cola, de maldita sea mi suerte y la vereda de la puerta de atrás. Y sí, era Robe el que había dejado una frase adecuada para el momento. Esa que decía… 

…con dragones debo pelear
y entre fuego y sudores anhelo:
otras cosas en que pensar

Impotente, a tantos kilómetros, buscando una explicación a lo inexplicable. Se fue y no pude despedirme. Hice una entrada de blog. Ésta. La he perdido. Ojalá algún día aparezca en algún recoveco.

Siempre queda ese recuerdo de las fotografías, contigo ahí siempre presente, año tras año, evento tras evento. Colegio, fútbol, amigos, amores. Establecimos «El Sanedrín del Adolfo» para hablar de lo importante (es decir, de lo que no lo es tanto pero es necesario). Añoro mucho aquello. Creo que, por eso, a veces llega la noche y mi mente le busca.  De forma tozuda se me sigue apareciendo en sueños. Y, a veces, en ellos sé que se fue. Supongo que el cerebro hay cosas que no sabe racionalizar y crea estratagemas para curarse. O para seguir.

Han pasado quince años (escribo esto en 2023) y en ocasiones aún lo echo en falta.  Aún siento la rabia por no haber ido juntos a otro concierto de Robe. Sin ser, ni oír ni dar.  Y reconocer nuestra pequeñez, porque perdí el sentido del camino, y envejecí 100 años más de tanto andar perdido.