gold wedding bands on sand

El poder de los anillos

Hubo un momento al inicio del Otoño que salieron un montón de series a la vez… y dejé para el final «Los anillos de poder». Quería primero acabar el MCU y otros menesteres menores (como ver Sonic)

Y como las críticas no fueron demasiado halagüeñas (las humanas, los críticos sí la valoraron bien) pues me fui dejando ir e ir… tampoco fui yo un gran seguidor de «El señor de los anillos» en su versión Peter Jackson. Las vi, me gustaron, pero no me chiflaron. El libro es mucho libro. Eso sí, algo de mi yo adolescente me latía diciendo «tienes que volver a la Tierra Media». 

«Prepárate para bostezar» me dijo un último agorero (seguidor de Mordor, parece, pero al que aprecio) antes de entrar a Amazon. Hubo también algún tuitero más favorable, que indicaba que le había gustado más que La Casa del Dragón, «hasta los episodios finales». 

Así que le di al play, finalmente. Y me la he visto en un par de semanas, con gusto. Sin spoilers, por si alguno aún duda, cuento en líneas generales que la fotografía de «Los Anillos de Poder» es espectacular (se nota que hay dinero en la producción) y que tal vez lo peor sea el guión (pero tiene algo de explicación en el complejo laberinto de derechos de Tolkien). En definitiva, para mí la serie pasa la nota holgadamente. Vale, hay «woke». Pero no es obsceno, o no me lo ha parecido. No creo que sea tanto como «regañar» a Tolkien el introducir cambios en los personajes. He disfrutado por ejemplo, y se dio mucha caña previa, con el personaje de Disa. Y todo el relato en torno a los pelosos, Nori y Poppy, me ha encantado, con la canción como uno de mis momentos preferidos de la temporada

Y es que Bear Mc Creary siempre es cosa seria…

Y con la canción de fondo escribo los párrafos finales. Ya en su día (dejo enlace aquí abajo) escribí de ese magnífico invento llamado bibliotecas:

Al Señor de los Anillos llegué después de darme un paseo por Lunitari... y por Añoranzas y Pesares, la gran obra de Tad Williams (nota: escribí de ello meses después, en esta entrada) que tanto me marcó a mis 10-13 años…

Una vez leído ese libro, mi maestro en acercarme obras de ficción de este género -mi primo- decidió que ya estaba listo para leer «El señor de los anillos». «Ahora sí», insistía.

Así que fui a la biblioteca de Ávila, y no estaba. Y siempre estaba cogido. Decidí, finalmente, probar suerte en la biblioteca de Caja Duero (no sé precisar si en ese momento aún sería «Caja Salamanca y Soria»). Y el bibliotecario, muy serio, me escondió el libro tras su espalda.

«Escúchame, hijo. Este libro es muy especial. Tienes que tratármelo bien, ¿vale? Léelo despacio, con cuidado. No es un libro cualquiera».

Su desconfianza, ante un mocoso ni siquiera adolescente, era entendible. Pero lo cuidé, y de qué manera. Lo veneré. Lo leí a ratos, a mil ratos. Hasta que ya no lo leí, lo devoré.

Años después, aquel mismo primo… me dijo que leyera a Kvothe. Y acabé escribiendo e imaginando a Felurian cada noche con estrellas.

My legs are so short and the way is so longI’ve no rest nor comfort, no comfort but song
Sing to me, sing to me lands far away
 
 
(…por las bellas historias)

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