Iam Estis…
04/02/2009
Todavía era todo inocencia pero la noticia resultaba tan maravillosa que no comprendía que pudiera ser real. Tendría seis o siete años y ya no iba muy desencaminado en mi sospecha: ¿Todavía nadie había previsto que se podía limitar y sacar provecho a la cultura?
Fue un día maravilloso y ese día me hice socio de tres distintas, hablo de bibliotecas. La maravillosa noticia que me cambió la vida fue que había sitios en los que te prestaban libros.
¿Y es gratis y por 15 días? ¿Y puedo tres a la vez?
Desde entonces me iba con mis tres libros cada quincena, paraba en la hemeroteca, me leía unas revistas. Ya habría tiempo para estudiar lo que las retrógradas pretendían adosarme a base de memorieta. Yo vivía feliz entre mis aventuras de Los Cinco, mis pesquisas con Los Tres Investigadores y mis viajes junto a Asterix. Me leí toda la balda de Agatha Christie y (tanta información adquirida después) ya no recuerdo ninguno de ellos. Tal vez “Diez negritos”, que leí en Almuñecar mientras jugaba una interminable partida de Ajedrez contra el software más lento de la historia.
Con el mar de fondo. Mar que hace tanto que no visito, esclavo del reloj.
“Guardas los suspiros
de corazones rotos
y todas las miradas
de los hombres
que se sienten solos…”
¿Dónde coño han quedado esos días? Desde que empezó el año he empezado (sin terminar) cuatro libros y ninguno es de una biblioteca. Ese Rubén de los 90 ya llevaría seis libros completos y estaría camino de los nueve. Cierto es que ahora existe internet y sigo leyendo compulsivamente, aunque ya no sean libros. Resistiremos, espero.
Tal vez sea un misterio en qué momento perdimos la inocencia y caímos en el juego que nos impone la vida. Ese en el que tienes que dar gracias por poder seguir adelante sólo porque otros están peor. Ese en el que algunos siguen viviendo a cuerpo de rey, ese en el que se premia al paniaguado, ese en el que da escalofríos pensar a cuánto toca por habitante el dinero destinado a salvar el sistema financiero. Esta perra cadena de montaje en la que te das cuenta del sentido de las palabras que escuchabas de pequeño en tu coche sin entender bien su significado: correveidile, chupóptero, abrazafarolas, lametraserillos. Esos no entran nunca en crisis. No pierden nunca la chispa del enchufe. Esos dan sentido a la palabra recolocación.
He perdido el valor. Aquel devorador de historietas sabía lidiar contra el trapicheo sin tapujos. Me cuentan (yo no lo recuerdo) que en unas elecciones se me acercó un político con un globo. Yo lo hinché pero se voló y el amigo buscavotos, exhibiendo una sonrisa bobalicona, procedió a comprarme al anunciar “Ey, traedle unos caramelos al chico”. Yo le aguanté la mirada y con toda la dignidad que ya no sé si mantengo le espeté: “Vale, pero no te pienso votar”.
Me reconcome saber que no tengo el valor de perderme por Birmania. Y saber que no lo haré a pesar de que tengo a mis propios dragó embarcándose en el viaje que nunca haré y del que siempre me arrepentiré. Lamento que nos hagan perder los sueños y lamento acordarme cada día más de Goñi cantándole a la sábana del cuerpo de su mujer. Me desalienta no poder todavía cambiar los fuegos de artificio por neones que no se apaguen.
¿Crisis económica, crisis de confianza? La crisis es de sistema. Del sistema entero, de los puñeteros amos del mundo y del tinglado montado a su alrededor para uso y beneficio de los nanines de turno. Porque Nanín no es uno, Nanín es la metáfora de la metástasis llamada España.
“Don’t get wise or they’ll gut you with a *justice* where everything is lies. March down Main Street, complain if you want but it’s twenty years straight for the losers at the front”
En fin, que tanto había leído de pequeño sobre crímenes y espías que espero no sorprender a nadie si confieso que mi mayor ídolo era Anacleto, el agente secreto. También confieso haber llorado al saber que, fuera de Zipi y Zape, no había planes ZX para escapar de los problemas.
Este cuento se acaba sin perdices. Este mundo con las reglas marcadas te invita a aprender esperanto para entender a los espías que todo ocultan menos su desfachatez.
Leías tanto para ahora escribir tantan bien… Yo también echo de menos mis noches de insomnio que se arreglaban con un libro de Celia,o con aquel de “Renata toca el piano, estudia inglés y etcétera, etcétera, etcétera”…
Hablando de Goñi, esta mañana he comprado mi entrada para verlo el día 17 de abril en el Juan Bravo… ya sabes “ya no volveré a apostar por nadie, ya no volveré a ser como soy…”
un beso!
Yo, reconocido ratón de biblioteca, hace por lo menos medio año que no me llevo un sólo libro de allí. Me paseo, los miro, los toco. Algo está cambiando y, sin duda, para peor.
Tiempo, tiempo, tiempo. Es lo que nos falta, tiempo para vivir y para disfrutar de la vida. Yo leo, pero probablemente sea porque tengo toda una hora para hacerlo. Y sólo en el viaje de ida. Leo porque en algo tengo que invertir ese tiempo. A pesar de que sé que ahí dentro hay un millón de cosas por disfrutar y por aprender.
“Un libro abierto es un cerebro que habla;
cerrado, un amigo que espera;
olvidado, un alma que perdona;
destruido, un corazón que llora”.
Proverbio hindú
Simplemente comentarte que tengo empezados cuatro libros, tres de los cuales me están gustando mucho y que algún día tengo pensado terminar. Yo también he leído mucho pero a medida que las responsabilidades se van adueñando de tu vida cuesta más sacar un ratito para leer. Tienes que elegir entre estar un rato con tu mujer, hacer la cena, limpiar la casa, ver una peli o serie de esas que tanto te gustan, o leer un rato (acabas haciendo lo contrario casi siempre por gusto y otras veces por imposición). Si te sirve de algo la última vez que leí en serio acabé 3 libros en 2 semanas, lo malo es que las pasé ingresado en la UCI (no te lo recomiendo). Besines.
¿Y qué niño no ha creído ver en el cielo el velero de Peter Pan?
Te dejo una cita de uno de los últimos libros que he leído:
“Fíate de quien ama la lectura, fíate de quien siempre lleva consigo un libro de poesía. Mira con recelo a quien te diga que no tiene tiempo, que la literatura es algo hermoso, pero que sólo se lee cuando se es joven, y luego… Miente, no le importa nada. Miente sabiendo que miente”
Roberto COTRONEO, “Se una mattina d’estate un bambino”