Verano 24 (IV) – El retorno de la Game Gear

«Te recuerdo haciendo siempre cuatro cosas a la vez», me dice mi hermana al ver la foto de la anterior entrada sobre Kasparov.   Y es que además del aparatejo ajedrecístico, sin ninguna duda estaba por ahí la Game Gear… y si no sale en la foto es porque no habría enchufe en esa terraza. Porque Sonic estaba, seguro. Junto a Perico y Cipollini («El globero retornado»)

He jugado mucho, muchísimo, sobre todo a mi amigo el erizo veloz. Le recuerdo especialmente estos días porque Movistar te anuncia la segunda peli, con Jim Carrey como Eggman (magnífica elección). De la primera hablé por aquí…

Y aunque en Ávila dediqué buenas tiradas a sus aventuras, mi cerebro, con el tiempo, asocia la Game Gear a Graná. De hecho, como dije cuando «El Palo de Dicker», ahora cuando visito el Genil me critico que miraba entonces  demasiado la pantalla y poco alrededor. Aunque, bueno, a veces me sorprendo ahora con la Switch y digo… han pasado 25 años pero esto es aquello. Con la diferencia de que ahora hago fichajes y puedo jugar al «pcfutbol» en la playa (encima pronto saldrá el Real Ávila de forma elegible directa, que estos últimos años a veces hacía temporadas hasta que subían y abandonaba mi prometedora carrera en Madrid o Valladolid para bajarme a 2ª RFEF a auxiliar a los paisanos). 

Old Trafford, prepárate («Fue el estreno de un gran director»)

Qué rápido me desvío del tema…. El caso es que mi Game Gear está estupendamente. La consola y un porrón de juegos habitan tranquilamente un cajoncito en perfecto estado de revista. Y sé que en Wallapop o tal eso daría dinero, pero algún día (no descarto que sea ahora mismo, al dar a publicar) volveré a echar una partidita y sé que valdrá la pena. Debería pensar si meterlo destrangis en una maleta y llevármelo a la playa. ¡Será por trastos!

Ahora que todos somos muy de Cucurella, quiero recordar que fue en mi Game Gear (y no Game Boy que aún había guerra entre Sega y Nintendo) donde gané mi primer Mundial. Y esos amores nunca se olvidan.

De amores, precisamente, me vino lo de llamar Robotnik a los monstruos malos de final de sector. De esos que te dejan de Media Vuelta en Escandinavia cuando se te acaban las vidas. (Para más información, consulten «El sentido de un guisante», libro veraniego magnífico para llevarse a playa o piscina a módico precio).

Sí, habrá que darle un retorno. Aunque, verdaderamente, nunca se fue.

Pd: Respecto al año pasado, contar que el Real sigue atascado en la décima,  aunque esta vez llegó a la final que decidió Arnautovic para el Inter. Italia ganó la Euro. Y Rumanía… ay, qué segunda juventud tan magnífica tiene Stanciu.

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