blue water

Transatlánticos

Clavé la porra cuatropalera de las europeas. He vuelto por mis fueros: el veneno, los pronósticos. Pero más allá de echar de menos las campañas electorales -los domingos de nervios, cifras, tristezas y alegrías-, aparte de todo eso me fui a dormir jodido. Tal fue así que noté preocupado a un amigo, al que transmití mis sensaciones sobre los resultados de aquí y allá. «¿Has dormido bien?» le leí al amanecer, junto a unos mensajes de carácter optimista que me había dejado en el WhatsApp.

«A pierna suelta, no fastidies», le contesté. Una de las consecuencias de tener todo el día a los granujas en plenitud de energía es que llego agotado siempre a final de jornada.  Y duermo como un transatlántico. Leí a Quintana sobre lo de ser padre presente y lo entendí, vaya si lo entendí. De eso se trata estos años, de estar siempre haciendo cosas, y haciendo las cosas bien. ¿Económicamente? Esa pata ya tal. Pero el camino es el correcto. Y da muchas alegrías.

El asunto es la consciencia de que las cosas -las de todos- no van como deberían ir, precisamente para el futuro cercano, el de esos pequeñajos sioux. No tanto ya para mí, que con mis canas haré lo que haga falta. No, no para mí, sino por ellos. Y, antes que ellos, para mis sobrinos que van más crecidos. Hace 14 años, allá por Zaragoza, escribí «Las nubes sin sus pelos». Ese chiquitajo al que le mandaba esas líneas es ahora un mozo de casi 20 años, con muchas dudas sobre qué hacer, qué votar, quién se preocupa por su generación. No creo que haya leído «La huella del hombre pisada», pero de eso iba la vaina: la lucha contra el pesimismo de dejar que las cosas sucedan… y que no sucedan para bien. 

El futuro lo veo regular, entre unas cosas y otras. Y yoyadijear -de cosas que empiezan a pasar- es satisfactorio porque la vida te da la razón. Pero es preocupante, sobre todo eso, porque lo de ser español consciente casi nunca ha traído alegrías.

Así que soy un transatlántico. Un barco con millas náuticas ya encima, pelos blancos, chocando con icebergs pero avanzando. Durmiendo como un rey, disfrutando de las pequeñas cosas, yendo adelante. Duro, consciente. Difícil de hundir.

Claire Fisher (magnífica Lauren Ambrose) acompaña algunas medianoches. Ella y el resto de la familia, claro, pero especialmente su mirada, su crecimiento mirando al mundo loco, la vida y la muerte. El arte y las filigranas para encontrar belleza en todo ello. Lo contaba por aquí el otro día, lo del estado emocional de ver «A dos metros bajo tierra». De repente el episodio «Terror starts at home» te llega a los riñones, con unas actuaciones apoteósicas y la compañía -simplemente perfecta- de Death Cab for Cutie y su Transatlanticism 

I need you so much closer 

Nada que no cure el Atlántico.

A velocidad de crucero ha llegado ya Junio. Así que con esta entrada daremos paso a las veraniegas: más ligeras, precandidaturas de #Faritos, alguna piñata o desgracia, anecdotarios y alegrías. El viaje sigue, ocupen su localidad. Ya huele a salitre, flota en la memoria de los días grises

Those people were overjoyed; they took to their boats.

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