Verano 23 (IV: Plan ZX)

Ha muerto el maestro Ibáñez. La noticia es de esas que sabes que van a llegar, aunque no faltaba el año en el que aún le veáis firmar sus cómics en algún acto o feria del libro o lanzar una nueva aventura de Morta, con esas portadas convertidas en auténticos editoriales y notarías de la realidad con su muy particular retranca. El estilo Ibáñez.

Muchos hoy estamos un poco huérfanos. Me ha dado por pensar que es posiblemente el autor que más tiempo me ha tenido delante de sus obras. Estará la cosa empatada, tal vez, con Agatha Christie. Porque tuve mi época muy de Mortadelo, mas que de Zipi y Zape. De Sacarino menos, me caía regular ese botones. Era yo un niño muy de que se cumplan las normas, repelentillo, y siempre quería que le acabaran pillando. Al botones y al correcaminos. Lo del botones supongo que ahora lo vería de otro modo, pero al Coyote le sigo animando en silencio con fervor.

Luego me hice muy de Rompetechos y me sentó muy mal esa mofa que le hicieron en la peli, convirtiéndole en un facha de esos que en las pelis gustan pintar de muy y mucho facha tremendamente fachas. Pero verlo en pantalla mereció el peaje. He sido, en definitiva, muy de Ibáñez. Si había algo que compraba, en esas ferias del libro de Almuñécar (como contaba en la entrada anterior veraniega) eran sobre todo Superhumores. Y, a pesar de tanta mudanza, los Superhumores sobreviven. Una tremenda colección que espero que los pequeñajos míos disfruten ya a no mucho tardar.

<Me encanta ver que es precisamente de Almuñécar, donde vimos mil Tour con sonido de SuperGarcia o Ares, de donde ha salido esa esperanza de ciclismo bonito llamada Carlos Rodríguez>

Luego me hice más de Vázquez, siempre recomiendo la peli (y “sale” Ibáñez, en una peli en la que también se disfruta del malogrado Alex Angulo). Y por entonces todo fue Anacleto y Asterix (además de siempre Lucky Luke). Aquel momento en el que descubrí aquello que llamé aquí Iam estis

Iam Estis…

“Ese tipo con bigote tiene cara de hotentote”, es algo que valió ni más ni menos que 50 millones. Yo me la sabía, la pregunta, porque durante muchos años pensé (y bendito sea que así fuera) que ahí en las calles había agentes secretos que le hablaban a sus zapatos y que tenían guaridas secretas en los buzones y bocas de riego. Solo faltaba saberse la contraseña para poder acceder a ese mundo. Y siempre me preguntaba por qué Mortadelo se dejaba atrapar si era tan fácil como disfrazarse de insecto en el momento preciso y zafarse de esos tipejos de la A.B.U.E.L.A. (Agentes Bélicos Ultramarinos Especialistas en Líos Aberrantes) O de U.S.A. (y abusa)

Un día, entrando al ascensor, le dije a mi hermana: “Plan ZX”. Me refería, por los zipizape, a intentar una huida. Los hermanos, pensaba yo, tenían que tener esas claves y contraseñas. Era cuestión vital que algún día creásemos nuestros códigos para poder sobrevivir a las largas tardes de Julio. Porque, y esa es otra, está claro que los veranos, y los días, antes duraban más. Que no es que ahora ya no seamos niños, es que algo han tocado en la simulación del videojuego y ahora todo está más caro y pasa más rápido

Que no, que no es que ahora ya no seamos niños… porque Morta y Rompetechos y Ofelia y la seña Irma… siempre estarán ahí para restarnos años y darnos una vía de escape, allá por 13 Rue del Percebe

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