¡Gusanos!

Esta historia comenzó así…

Lo cierto es que ya había tenido a los gusanos como personajes de una historia por aquí, pero no como protagonistas. Y lo merecen. Vamos con ello.

Liesel, una clásica de los comentarios de esta web, me mandaba un enlace estos últimos días: «Sexo, fiestas y despilfarro: así serán los años locos que llegarán tras la pandemia». Casi lo mejor que tiene el enlace es la foto. Mi respuesta, abulense mesetaria, junto a un gif de señor mayor, fue «¡Lo que van a disfrutar los jóvenes!»

Lo decía en serio. Un joven talento me decía hace unos meses «Mucho os quejáis, pero no tenéis en cuenta que a mí me pilló la pandemia en mitad del Erasmus, jodiéndome el mejor año de mi vida».

Aquello me tocó, porque traía mucha verdad. Mi universidad está ya más lejos de mi yo actual que los 50 años de mi yo actual. Y ni siquiera tuve Erasmus, torpe de mí. ¿Qué haría yo si pudiera estar este fin de semana con unos cuantos amigotes? ¿Irme a Andorra y cotizar de la vida? ¿Ver Salvados? ¿Hacer cosas de jóvenes?

Y de repente vi hoy el tuit de Nanísimo y lo tuve claro. ¡Quiero echarme unos Worms! Pero unos Worms de verdad, con un whiskito en la mesa  y unos amigos compartiendo teclado, ratón, silla ergonómica y chistes malos.

Wormux, 2006

Así fueron algunas de nuestras mejores noches. No es que Ávila en los dosmiles fuese el Madrid de la movida, no. Tampoco era lo de ahora, gracias a Dios. Pero no, no éramos los reyes de la noche. A veces rentaba más juntarse en una casa perdida al final de Hornos Caleros, servirse los merecidos combinados, sacar los gusanos a la acción. 

A veces las mejores noches eran tirar una Bomba Aleluya

Ver al gusanito rival chapotear, hacerle un kamikaze, un buen misil teledirigido, ¡la oveja!, la bomba plátano que te dejaba a los rivales bien repletitos de potasio, que siempre es cosa sana.

Podría haber dicho que echo de menos una noche de Fifas (o Pro) y mochonaltis. Jugar un Celtic-Ranger con Ger como si fuésemos los dos del mismo Glasgow. Sí, también. Pero a esto hace mucho tiempo que no vuelvo… y hoy de repente eché en falta a esos gusanicos resabiados y su sonrisa maléfica, ponerles nombre de amigos, enemigos o amores platónicos y verlos desatar el caos a su alrededor. Le di una oportunidad al Worms Rumble de PS5, pero no es lo mismo, no es lo mismo. No todo tienen que ser Battle Royale online. No hay comparación posible con una noche de amigos, ventanas cerradas mientras llueve o nieva fuera, dos y media de la noche y aún sin salir porque está pendiente la revancha de la revancha, y el último chupito.

Soy un viejales que hoy iba camino de una guardería escuchando el Generation Next de Pepsi como si no hubieran pasado 4000 años desde la primera vez. Miento… precisamente consciente de que sí,  que han pasado esos años. Pero diantres, cáspita y recórcholis y que me parta un terremoto nazarí si no es cierto que pocas cosas gozaría más que llamar ahora mismo desde un One Touch Easy a los dos D, Juan, los Jotas, Alberto, Santi, José, Ana, Laura y aquella tropa despreocupada de hace tres lustros, sin mensajería instantánea, sin Twyp ni Paypal ni Twitter ni nanísimos ni Ibai. Encender el Pentium (lo mismo mezclo años ahora) y darle candela a mis buenos gusanos.

Una timba, unas lays, unos amigos y unas risas. 

Váyase al carajo, pandemia.

 

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