Note to self: don’t die (II)
19/12/2020
-viene de Note to self: Don’t die (I)–
II. Ausencias
Robe «y el cómo quieres que escriba una canción» lo cuenta, pero ahí luego llega el viento, no hay nada en el espejo y la gente está que trina y etc, y eso aquí no nos pasó. Trinar hemos trinado -porque lo de trabajar, conciliar y dormir poco genera ciertas ventiscas- pero siempre hemos sabido volver a encontrar el carril de que el tiempo no pasara.
Decía, al salir de Zaragoza, que lo hacía para dejar de ser víctima de la provisionalidad, y aquí -pasado el mal inicio- supe encontrar la estabilidad, y tener otro trabajo, otra casa, un perro, la boda, un coche de familia con niño. El niño. Una pandemia, que eso lo tenemos todos encima. ¿Ya no escribes? No, estaba dedicándome a vivir, quizás menos para mis cosas que nunca, pero más satisfactorio que jamás. Lo que tampoco ha sido -es- poca cosa.
He pasado este año, de tantas horas en casa, volviendo a subir las principales creaciones o reflexiones que dieron vida a Trapseia. Eso, en muchas ocasiones, ha sido como viajar atrás y darle una segunda lectura no sólo a lo escrito, sino a las reacciones que dejó. Lo mejor ha sido eso, leer los comentarios.
Hay un tramo, entre 2008 y 2009, sin embargo, que es especialmente difícil de recuperar, por mucho que buceo en archivos y registros. Lo más doloroso es el texto de Juanjo, del que sólo tengo el inicio. Y que decía así:
«Ha sonado el teléfono y ya no se ha escuchado nada más. He mirado el número, he mirado la hora y he sabido que esa llamada era de las que traen malas noticias. Si miro las fotos de mi vida … «
Creo que la frase seguía con «estás en todas». Así era, desde pequeños. Y, cuando aquello pasó, salió el texto que debía salir y que ahora no puedo escribir, no sabría escribir. Sólo podría añadir que también te cuelas en algunos sueños, y eso que ha pasado una docena de años desde entonces. Ahí estás, de fiel escudero o de compañero fiel, silencioso generalmente. A veces, si el sueño es muy lúcido, llego a preguntarte por aquello y no puedes responderme a lo que no tiene respuesta.
Me gustaría escribir más de ello. O que me saliera algo sobre David, que estará disfrutando ahora la gran belleza allá donde estéis. De «el día que cerró el Daily Planet» faltan ya dos, eso no tiene solución, y los que seguimos hace años que no nos vemos. Y nunca más juntos. Una de esas peripecias sin posibilidad de repetición o de reencuentro, y que nunca pareció que fuese a ser así.
Seguramente aquella Segovia ya no exista, con la pandemia aún menos, pero tampoco nosotros; si algún día podemos volver a conocer días como aquellos, más bien noches, con tanta feliz ociosidad y desafío, ese vibrar tan fuerte y despreocupado que ahora parece irreal, por cada uno y por cada todo.
2020, año de las ausencias. Me propuse encontrarle la fortuna, las posibilidades. Lo que ahora llaman resiliencia, crisistunidad, esas palabras de curso sencillo y ejecución dudosa. Si tantas veces había dicho que necesitaba que el planeta parara, para ponerme al día, me propuse aprovechar que se hiciese de algún modo cierto. Quitando el teletrabajo, la paternidad, el perro. La hora que quedaba libre, vaya. Esto me llevó entre otras cosas a lo del inicio, a recuperar este blog, a reordenar viejos textos para lo que algún día será un tercer libro. Poner en orden la música, que eso sí lo tenía por imposible. Y sin música nunca he sabido funcionar. Siempre ha sido el click.
Nunca me costó, sino todo lo contrario, estar en casa (aunque todo tiene un limite, y si ahora pudiera cerraría 30 bares). Y no salir, y no ver, y no llamar, y no tuitear, no hacerse notar, de algún modo también es ausencia. Yo también soy ausente para muchos, también en vida. De aquí mismo me fui, y a nadie le importó un bledo. O no demasiado. O ayer escribí el inicio de esta catarata… y tampoco se paró el mundo, porque el mundo ya no para por nadie. Todas las noticias de presente ya son yesterday news, no hablemos de viejas bitácoras o de canosos con la tecla suelta.
Del propio proceso de resucitar esta web se puede ver cómo el mundo dejó de descansar. Nadie tenía tiempo para poner ya tanto comentario, que los había. Habiendo textos que han envejecido bien, y que seguro que antes habrían conseguido esas interacciones. Nadie para ahora, por ejemplo, a poner un listado de sus escenas favoritas de cine, si acaso por el Twitter y por aquello del infernal postureo.
Hasta este propio ordenador tiene prisa, me boicotea, protesta su minúsculo ventilador y aún no sale en pantalla lo que escribo atropellado, que yo también tengo prisa, la tarde aunque sea de sábado exige sus clausulas y ya empiezo a ir con retrasos, para variar. Espero que cuando deje las teclas, la memoria renazca y esto salga publicado, porque de repente, y pese a todo, tras escribir todo esto me siento como la canción, so alive (and well)
Forever if I could
Forever if I may
Keep me in your thoughts, don’t disappear
-Continúa en Note to self: Don’t die (III)–
“…ese vibrar tan fuerte y despreocupado que ahora parece irreal”. Nada más que añadir.