Diez años después

Hace una década lo de conectarse a Internet exigía horas y horas de enfrentamiento con las compañías de ADSL, visitar un cyber o encadenarse a la sala de informática de la universidad o la residencia. Aunque ahora todo esté asentado y hablemos más con cacharritos que en persona; en aquellos tiempos,la gran mayoría de los compañeros no tenían correo electrónico o se lo empezaban a abrir. Lo que más se llevaba eran los chat locales de Terra, jugar a jueguecitos varios en Yahoo y bichear por Lycos. Eso sí que es un remember.

En lo personal, para los de mi generación, era el momento de conocer ciudades nuevas, otras personas, otros límites. El mundo estaba cambiando (era el post 11-S) y España también, poco después vendría el 11M. No somos los mismos en casi nada desde entonces, no solo por el atentado.

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De Segovia a Salamanca, aquí el menda poquito a poco se había ido acercando al que ahora muchos conocen por ser el martillo pilón de “Los 4 Palos”: el talentoso @albertomdp.

Nos inquietaba eso de la política cuando ya quedaba claro que lo del final de la historia iba a no ser cierto del todo. Hablábamos de fútbol y del principal deporte que siempre se nos dio tan mal, aunque finalmente (aún quedaba mucho) encontráramos un final feliz: lo de ligar.

Y con todo ello inventamos, casi sin querer, algo que ahora recordamos con cariño: “Las Epístolas” (o epsítolas si las horas te hacían bailar las teclas). Más o menos una o dos veces a la semana, para vencer la distancia y acercar las historias y las dudas, nos contábamos nuestras andanzas universitarias, nuestras desventuras y  palos de ciego. Era un modo de hablar con el otro pero también y sobre todo con uno mismo. Y no es nada descabellado decir que lo que escribimos ahora nace de aquello. Aunque fuera entre copas, con nocturnidad y en demasía… encontramos un ritmo y un estilo. Tampoco dejamos de leer, claro. Pero mucho de lo que somos definitivamente viene de aquello.

Queríamos escribir un libro con lo que nos mandábamos. Estábamos convencido, y es verdad que así lo era, que en aquellas cartas había mucho de verdad, de cruda verdad. Que la universidad se trataba sobre todo de vivir y que lo hacíamos a tope, aunque fuera desde nuestra capacidad infinita para equivocarnos. En “batalla perdida contra la mediocridad” que decía mi compañero en una poesía brillante que siempre recordaré por esta bitácora.

Hace diez años de aquello. Fue en Septiembre de 2003 cuando se convirtió definitivamente en tradición llegar a casa y escribir. Escribir desde las vísceras, sin enmascarar la verdad. Si había sido una mala noche, se contaba. Era una doble vertiente…porque hubo veces que la noche la tornábamos mítica porque la epístola lo requería. La epístola en cierto modo nos devoró. Y no, no se puede escribir un libro con aquello aunque ha habido cosas que pude rescatar. Faltaba mucho por aprender. Lo que es cierto y siempre interesante, aunque me cause mucho rubor, es ver cómo vivimos o pensamos ciertas cosas y descubrir lo qué he cambiado o sabemos desde entonces.

Pero si algo hay que defender de aquel Rubén y aquel Alberto… es que la naturalidad era brutal. Éramos lo que éramos y contábamos. No había maquillajes. Hace poco recuperé por aquí un texto de una compañera mía, también de ese 2003. Aquella generación vivíamos “En estado puro”.

Este par de mendas, por nuestra parte, defendíamos la existencia de dos hemisferios: “Senti” (el atrevido) y “Mental” (el que se encargaba de poner orden o lo intentaba). Llevado a la vida nocturna, el compa lo definía así…

Ante el rey catódico

 “Soy un cacho de pan. Con ésta quede cojonudo y con la otra como un perfecto idiota. Desdoblamiento de la personalidad que, esa misma noche, llego a convertirse en un doble desdoblamiento, con conversaciones entre el hemisferio izquierdo, el derecho y yo. Apasionante. El hemisferio razonable nos envío a mi y al otro hemisferio a tomar por culo.”

Nos declarábamos idiotas sin dudarlo y ante la duda, la vida y las mujeres proclamábamos que “apuf” y en definitiva que “en fin”. Capullos y suspiradores, enfinistas sin remedio en la batalla de perder la inocencia y añorar la felicidad de la lobotomía de los imbéciles. Sedientos de épica, pendientes del Rubicón.

Alberto, que ya era casi lo que es, citaba a Bottinelli para poner un hecho histórico como metáfora de vida, y de lo que esperaba…

“El río Rubicón constituía uno de los límites de la vieja República de Roma. Su importancia radicó en que ninguna legión de regreso a la metrópoli podía atravesar el río en armas, so pena de considerársele en rebelión contra la República. Como pasa con toda frontera impuesta por el hombre, primero se la ve inconmensurable. Después que César lo cruzó en armas (y se hizo con el poder de la República), al Rubicón se lo vio como lo que era: un hilo de agua”

Ríos que finalmente debimos cruzar para llegar a este 2013, haber escrito mucho desde entonces y ya no dejar de hacerlo. Hemos perdido la costumbre de epistolear y la vida se ha empeñado en seguir poniendo kilómetros entre nosotros, pero ese pendejo estará siempre a mi lado… en la radio, en las bitácoras, en las peleas. En la admiración.

Yo fui el que se perdió más veces y tropezó con más piedras, atrapado en un minotauro sin salidas. Frente al detective impuntual, Alberto cerraba los casos con su pragmática y cruda visión cargada de realidad sin maquillajes:

“Cada año un poco más tonto, cada día un poco más estúpido, cada momento un poco más gilipollas.”

A buen seguro me llamará moñas, aunque la siguiente también será suya…

“Depresivos, enamorados y confesos”

..seguimos y seguiremos.

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