John McClane en Jan Mayen

¿No es magnifico que acabe de haber un terremoto en Jan Mayen?

Se lo pasaba por Whatsapp este 27 de Septiembre a Calavera, sabedor de que la circunstancia le gustaría. Sin saber yo, eso sí, de qué iba su último libro. Vale: algo de miedos, ensoñaciones psíquicas o realismos alterados, de eso estaba seguro. Así que un terremoto encajaba bien. Leído ahora… vaya. Vaya que sí. Vaya que es fantástico que, mientras Dani lo presentaba en Zaragoza, la tierra temblara.

(De la presentación hicieron una reseña extensa por ZGrados que enlazo aquí)

Artista multidisciplinar es de esas cosas que se dicen de alguien cuando es inabarcable. Pero en su caso es total: podría tenerlo nominado en todos los #Faritos: desde el figura, al «Un café con», mejor comunicador, mejor nadador, best fumador con estilo y the one amigo con delorean, porque a ver de dónde se saca tiempo este hombre para además de Jan Mayen, acabar de sacar un poemario: «El escenario». Así que está a mejor libro (por partida doble) y al comunicador, aparte de dar nombre al premio de cine y estar en el palmarés histórico unas cuantas veces. Pues nada, que otro 2024 épico se ha marcado.

Volvamos pues, a Jan Mayen. Esta isla, fantástica y real, a la que ya cantamos aquí un blues

El blues de Isla Mayen

 

Conscientes, en Isla Mayen.

Calavera te hace replantearte tu relación con el miedo. Ha hecho, en esta fantástica novela (no es por ser mi amigo, pero es de lo mejor que he leído este año), maniobras de narrador equilibrista, que no es nada fácil. Hablamos de un guardia, un vigilante, encerrado en pequeños metros cuadrados, acompañado de nadie excepto de silencios o susurros de viento y toques de cristal.

No es nada fácil afrontar la escritura de algo así, y menos aún conseguir que el lector sienta la claustrofobia pero quiera seguir compartiendo el habitáculo. Siendo un espacio reducido, parece que no habría mucho que narrar, pero Calavera siempre lo encuentra. Juega también, para ello, con los tiempos de la narración. Saltos hacia atrás, a conocer el origen de Lucas Domingo, un tipo que acepta irse un año solo a un lugar en el que «o tendrá contacto con el exterior, salvo por tres líneas telefónicas que comunican directamente con «El anfiteatro». Su labor será vigilar el mar se unen el Atlántico y Ártico, atento a cualquier anomalía»

No me gustan las películas de tensión, de nieblas con sorpresa, de suspense. Lo paso mal, si puedo evitarlo no lo veo o no lo leo. Con Dani, sin embargo, doy el paso. Porque es mi amigo, sí, pero sobre todo porque me gusta entrar en el juego que propone su mente. Calavera sabe arañar ese fino filo interdimensional entre no querer saber nada más y pasar otra pagina más, aunque estés con la oreja atento a cualquier ruido en casa.

La foto de arriba lo explica. Mi querido Paco me custodia en las páginas finales, en las que puede sonar el teléfono y perder la consciencia. No queremos pasar de página, pero esta vez porque el libro se acaba y Lucas (el protagonista, en otra vida un JohnMcClane) afronta lo imposible de frenar.

Antes de dormir reviso detrás de mi almohada, buscando algún recoveco en el que, tal vez, alguien haya dejado un libro escondido, unos cuentos de terror. Consciente, sí, de que en cualquier momento puede llegar la medianoche, haber un nuevo temblor en Isla Mayen y…

y mientras tanto habrá que seguir navegando.

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