a sculpture of a lion with a crown

Verano 23 (II: El atroz reinado de Simba)

Continuamos con las entradas veraniegas de los martes haciendo un repaso a la vida y obra de un simpático holgazán: Simba, el elegido.

No desvelo gran cosa si cuento que, a grandes rasgos, la experiencia vital conocida de Simba es la de un niño desobediente, altanero y torpón, engañado por su tío, con tragedia familiar (es una peli Disney) que se va a darse la vida pachona, cantando canciones hippies, tumbándose a la bartola y disfrutando del sol sin preocuparse del posible legado que habría dejado la muerte de su padre en madre, tías, animales y ciclo de la vida. Tiene que venir una leona (siempre ellas) a sacarle del yate, darle dos pescozones y obligarle a pelear por el trono. En ello pondrá en riesgo, como cebo vivo, a sus mejores amigos. Parece un detalle menor, pero pronto veremos que no.

Es menos conocida su trayectoria desde entonces. Eso vengo a contar. Lo primero y fundamental es haceros saber que Timón y Pumba siguen estupendamente. Con sus vicios. Lo de pezqueñines no gracias ya sabemos que no es lo suyo, pero yo les perdono todo: ese suricato fue mi imagen de MSN Messenger durante muchas increpaciones de adolescente, y eso une mucho.

¿Sabéis lo que es el Utamu?

Repaso rápido a la obra subsiguiente del amigo Simba. (Sus genes de realeza pueden privilegiar, que su descendencia sea nacida pa’ reinar)

«El orgullo de Simba» se llamaba la parte 2 de su historia. Ciertamente es para estar orgulloso su vida de mochilero. Tiene una hija, Kiara. Se enamora a lo Romeo y Julieta (siguen haciendo homenajes shakesperianos) y el padre reacciona mal, desconfiado, caprichoso, con pesadillas (lo dice Wikipedia, no es que le tenga tirria). Al final no era para tanto y triunfa el amor.

Simba, desde entonces, se relaja. Empieza lo peor de su reinado (aunque hasta entonces el post-Mufasa ya iba regulín). 20 años después de la primera película sacan «La Guardia del Léon» (2014). Vamos a hacer que trabaje un poco la IA…

La Guardia del León es una serie de animación basada en la película El Rey León, que narra las aventuras de Kion, el hijo menor de Simba y Nala, y sus amigos, que forman la Guardia del León, un grupo encargado de proteger las Tierras del Reino de las amenazas externas e internas. Simba, el padre de Kion, es el rey de las Tierras del Reino y el mentor de su hijo. Él le enseña a Kion la importancia de respetar el ciclo de la vida, de ser valiente, fuerte y sabio, y de usar el rugido de los ancestros, un poder especial que solo poseen los líderes de la Guardia del León. Simba también tiene que enfrentarse a su pasado, cuando su malvado hermano Scar regresa como un espíritu maligno dispuesto a vengarse y a arrebatarle el trono.
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Pues ahí está el tema. Resulta que había un Poder del Rugido, que Simba no tuvo a bien usar o desarrollar. Pero lo mejor de todo es que, precisamente en los años en los que ÉL LA LIÓ PARDA, pone a su hijo al frente de una pandilla de indocumentados (esto es la selva, amigos) a defender el reino, pelear con hienas e incluso adentrarse en unas zonas volcánicas en las que, ojo, está el mismísimo Scar en forma ardiente.

Simba ni se inmuta, claro. Hakuna Matata, que se encargue Nala si tal.

Hay un capítulo especialmente escandaloso, en mi opinión. Zazú, que ya cuidaba de Simba de niño, es secuestrado por los compinches de Scar. Rafiki, el de las pócimas y trances, también está en riesgo. ¿Y qué hace Simba? Nada. En absoluto. La cuestión la resuelve el hijo, de aquella manera. Zazú acaba el episodio haciendo su reporte matinal ante las chanzas de Simba, que se parte la caja de que esté haciéndole el repaso matinal… ya de noche. 

No se puede ser más zangano que Simba. Es imposible. Es el borbón máximo del reino animal. 

-Video repleto de spoilers-

Al que quiera saber más de el infausto liderazgo de Simba, puede encontrarlo en Disney +. Además, parece que están preparando una continuación: The Lion Guard Drama King. Porque el reinado de Simba es funesto, pero las aventuras de sus subditos y enemigos son altamente disfrutables. No sería justo acabar todo este texto sin decir que lo escrito es una recomendación de que veáis la serie: es muy divertida, limpia, hay animales que cantan, bailan, se pelean, se unen y se hermanan. En casa tenemos ya muñecos varios que viven sus propias aventuras y rugidos.

Esta entrada veraniega sigue la estela de «I. Oh, gloria inmarcesible» en la que cuento mi sobrevenida afición por los cantantes y grupos colombianos. Kesí, kesí.

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