El hombre con prisa

¡Para, para, paaaara!

La petición de «Stop» venía de una compañera de edificio de trabajo, ante mi salida del lugar a toda velocidad. Había una razón para ello: el atasco estúpido que se nos monta en el callejón de salida. Sin embargo, no haber parado habría sido impropio de un chico educado.

– Dígame usted.

Nada, solo el placer de verte parar. Que te pasas el día corriendo.

Tenía razón. Yo hubo un momento en el que fui un soltero de buen ver -y alta soledad- que además de escribir cosas le dedicaba horas al Civilization o se encadenaba cuatro capítulos a los Soprano sin mayor problema. Luego me eché novia, una play station y un perro. Eso, más la maravillosa jornada partida «Made in Spain» me han convertido en un hombre con prisa. Nunca me gustó perder un segundo de día, ahora directamente me dedico a robárselos a los semáforos, calles y pasillos.

Pongamos como ejemplo la O.R.A. El tiquecito del demonio. Es un buen ejemplo de cómo a veces compro tiempo. ¿Y si aparco aquí aunque sea zona azul, que pilla más cerca, y así tardo diez minutos menos en llegar y diez minutos más en salir y puedo dedicar veinte minutos a una siesta que me permita a medianoche no estar muerto de sueño y así poder ver un capítulo de Orphan Black?

De vez en cuando pago 50 céntimos por media hora o 42 minutos más de vida.

Lo hice esa tarde que me obligaron a verme parar. Pague el ticket, gané veinte minutos, y me acordé de esa película llamada «In time» que aquí titulamos «El precio del mañana». Tiene un 5´8 en FilmAffinity, más de lo que pensaba porque en su día las críticas fueron feroces. Y oye, hay buenos actores, Justin Timberlake aparte. Amanda Seyfried, Vincent Kartheiser u Olivia Wilde por ejemplo. Pero vamos, que lo que quería contar es que la peli propone…

«El hallazgo de una fórmula contra el envejecimiento trae consigo no sólo superpoblación, sino también la transformación del tiempo en moneda de cambio que permite sufragar tanto lujos como necesidades. Los ricos pueden vivir para siempre, pero los demás tendrán que negociar cada minuto de vida, y los pobres mueren jóvenes».

Y oigan, no ha habido aún que sepamos la creación de una fórmula contra lo de envejecer, pero lo que es un hecho es que el tiempo ya se paga caro. Yo voy siempre a toda mecha para luego poder disfrutar de mis vicios sin prisicas. Me he vuelto una persona tremendamente ordenada para estas cosas.

Pues eso, que os pongáis a Timberlake y sus acordéis de mí, «el hombre con prisa».

«Ay, es que dijeron que era mala». Pues hombre, buena buena no es, pero mirad que actoracos. Para una tarde de domingo os vale… y el concepto inicial me parece tremendo.

Termino. Maldigo al Ente Cósmico por no hacer los días más largos.

Y lo maldigo dos veces porque la Tierra es bonica, pero no es Pandora.

Me voy, que se me hace tarde.

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