El placer de perderse

Y llueve y llueve y vuelve a llover.

Tengo el coche en Ávila esperando mejores tiempos para la lírica gasolina. Tengo las piernas cansadas de perderse en charcos. Tengo, en definitiva, la sensación de que me debo el placer de perderme o seré yo el perdido en esta búsqueda del laberinto y su salida, pared con vértice de cierre.

Pateo de barrio sin destino claro, investigar cada ventana y acera, y que Runkeeper remarque luego cuánto me perdí en los diámetros y dioptrías. Recuperar uno de esos jueves de Tasmaños y dardos, en los que subía de paquete en la moto de turno y visitábamos barrios extraños en los que compartir cerveza y dardo con los mayores y mejores filósofos de barra que uno pueda imaginar.

Y germanearle otro tequila al calimocho.

by “El investigador de paisajes” –> @goyofl

Y la gasolina sube y sube y vuelve a subir.

El coche sigue esperando mejores tiempos, decía. Pero es verdad que no hace tanto me lo concedí por penúltima vez. Callejeé como un automata siguiendo las vías del tren, dejándome llevar por la música de Coque Malla (despierta, hasta el final) hasta que encontrara una calle que me hiciera ubicarme. De hecho, aprovechaba cualquier callejón para huir de las calles anchas que llevaran a otras más anchas y a la aburrida civilización de lo conocido.

Donde nada es de memoria. Sin ganas de unirse al ganado de los perdidos.

by @slaplana

Nunca hubo Zaragoza más bonita que la nocturna, conduciendo sin prisa por la ribera del Ebro, desafiando el obelisco de Plaza Europa, regateando obras del tranvía, sintiendo el cierzo apretarse a ti en los días de viento. Es decir, cualquiera de esas noches. The fat cats. Hell If I know.

Acelerar. Girar. Huir. Escapar.

Salir del programa y soltar todo el lastre. Dar vueltas y comer lentejas, comida de viejas.

Y que de repente nada importe más que estar perdido y no querer encontrarse. Esa paz que nada puede igualar.

Saltarse el semáforo. Noches que marquen la diferencia. Ya lo cita Calavera:

“La música de los 80 sugería junglas, grandes espacios y grandes ciudades. Ahora solo escuchamos pequeñas habitaciones”

Vivimos demasiado deprisa. Antes corríamos de un lado para otro, ahora somos carne de pantalla. Tenemos cuello smartphone en vez de investigar rendijas. Av pag.

Caminaré sin sentido, aceleraré sin motivo. Donde siempre fue izquierda, investigaré la derecha. Daré zapatilla a la ribera, miraré indisimuladamente a todo grupito que se ría de algo y colocaré un nuevo guión a mi mandíbula. Sacaré la lengua a mi reflejo. Pensaré en ese sol entre rendijas, mandando fotones sin parar a unos tipos tan oscuros y sin brillantina. Seré Titán, lunático colgado en busca del sentido de esta paella gigante con tanto granito de arroz perdido. Despeinarse, saltar del estanque, acercarse a otro lugarteniente perdido. Coleccionar caras nuevas y filosofias viejas. Brindar por la caída del tinglado.

Póngame otra en la garganta, tabernero. Noches de no hay huevos, escaramuzas y another one bites the dust. Primavera, altera y altanera. Un libro pidiendo kilómetros y amigos. Zaragoza, Ávila, Valladolid, Segovia, Madrid. Que venga lo que se tercie. Y otro tercio.

Y morder el polvo. Y morder. Y el polvo.

Cerveza, por favor…

Y pensar de nuevo – cuatro años después – que el futuro será nuestro
aunque ya no haya futuro

…con granizado de limón.

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2 thoughts on “El placer de perderse

  1. Que placer leer estas lineas que invitan a perderse y huir de las prisas y de la rutina.
    Un abrazo có!

  2. (Nota mental: No posponer más el comentario a “Querida Susi, Querido Paul”)

    Amiguito, ha llegado el momento de confesar que soy una friki del callejeo. Me encanta encontrar esos callejones que llevan a otros callejones que llevan a unas escaleras que conducen a un pasadizo que lleva a una cuesta que acaba en un callejón sin salida en el que hay un edificio con unos balcones preciosos. Aún recuerdo el día en que de crías convencí a mi mejor amiga para coger una ruta alternativa al volver a casa porque había una calle que me llamaba la atención: ese día descubrí que lo que llamaban el Barrio Chino no daba mucho miedo, pero que una madre de amiga enfadada sí podía darlo.
    Hace poco mis callejeos me han llevado hasta una casa azul con un jardín y un naranjo a menos de 500m de mi casa que nunca había visto. Y ahora me preocupa perderme cosas increíbles por evitar una calle demasiado oscura, demasiado pindia o sin salida. Así que me he imprimido un callejero dividido por zonas, he marcado las que ya conozco y voy preparando pequeños itinerarios. No pienso parar hasta tenerlo todo cubierto. O hasta que un día no regrese de una de esas inmersiones callejeras y este comentario sirva como única prueba en la investigación.
    ¡Hasta siempre!

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