El día de la punzada

Hubo un día en el que el chico que quería ser peatón descubrió que había mejores cosas que querer.

Ella era rubia, muy rubia y con unos ojos que no eran azules porque eran todavía más claros. Llevaba unos credenciales suficientes para enloquecer a cualquier enamoradizo pintor de pupitres. No lo hacía porque caminaba por el mundo como si no quisiera llamar la atención y de hecho no fuera y no estuviera. Ella pensaba que merecía estar triste, sola, misteriosa y melancólica. Por no destacar, Raquel hasta tenía un nombre corriente. Tal vez esperaba a un ojo distraído y poco obediente que acabara posando en su melancolía para preguntarle un ‘qué hay de nuevo, vieja’.

Le debió costar horrores pedirme bailar aquel día. Yo podría haber ganado, pero estuve como siempre… lento, cobarde y con el disfraz de ‘yo tampoco lo merezco’. Fotos de Mallorca, cada uno en su pared.

El día de la punzada ya no había luz en la Avenida de Portugal. Por un cambio de optativas, y por tanto de clase, yo era un quinceañero sin pandilla para salir… pero también por ese cambio me habían pasado a su clase. Cuando se hizo la fiesta del curso yo no fui, pero pasé por el lugar desde el coche de mi hermana justo a la hora en la que ya se iban. Y ahí salía ella.

La habría visto mil veces sin prestarle más atención. No es que se hubiera puesto más guapa que otras veces; simplemente sucedió. Han pasado años para que encontrara una canción que escribiera algo parecido a lo que me atravesó. Aquello no fue una moñada ni había clavelitos. Simplemente era un puñal vertiginoso reclamando su espacio para una primera noche sin dormir, dude

My ocular nerve went, *POP* *ZOOM*
I never observed such a beautiful face
Sweet lady, don’t play me

Nos costó un par de años que los 14F fueran el día de su mensaje. Años y cientoypico kilómetros, la distancia entre Ávila y Madrid y lo que haya desde allí hasta Algete.

Nunca destacó por su salud ni tuvo una infancia perfecta. Era rara de narices y tardé mucho en conocerla. Nuestro primer carrete está lleno de caras de panolí, miedo y desconocimiento. Una feliz falta de experiencia, también de iniciativa.

Se mudó de ciudad sin que nunca termináramos de iniciar nada. Por aquella época todavía se mandaban cartas y yo pasé meses mirando el buzón. Eran épocas de tumbos, pero parecía más centrada en su idea de dedicarse al cine. Le chiflaba “El Piano” y pasar la nochevieja en el teatro. Escribía poco, cada vez menos. Se guardaba algún secreto que seguro no era bonito. Seguía pensando que no merecía ser feliz.

Volvió a desaparecer durante meses. Su penúltima carta decía que un día la olvidaría y no sabríamos nunca más el uno del otro. Le prometí que no, que a cabezota no me iba a ganar. Y se hizo el silencio otra vez.

Aunque ya no pudimos comentarlo, seguro que vio Donnie Darko y le gustó.

No es que la olvidará, pero tampoco ella ayudó. Yo me enamoré y desenamoré en los tiempos de la universidad. Vivía deprisa y seguía teniendo su teléfono, su dirección. Pasó lo natural y acabé dejando de revisar el buzón cada día.

Luego llegaron las redes sociales. El Hi5, Tuenti, el Facebook. Nos reencontramos con todos los viejos amigos, las caras conocidas, los que nunca te hablaron. Ella aparecería en cualquier instante y en cualquier caso siempre confié en mi instinto de sabueso de la red. Si había dejado alguna huella seguro que la encontraría, sería cuestión de ponerme un día a buscarlo en serio.

Lo he intentado varias veces siguiendo el mismo recorrido circular. Encaja perfectamente en el papel de la persona que jamás se haría miembro de una red social. Siempre le dieron igual los grandes colectivos, era más seguidora de lo pequeño. Una amelie con pocos pitufos. Ya os estaréis imaginando el resultado..

And I find it kind of funny, I find it kind of sad, The dreams in which i’m dying, Are the best I’ve ever had..

Tal vez algún día ella busque en Google y le aparezca esta página. Ya ves, resulta que era verdad aquello de que era cabezota. Pero sé que tú también y que hay un pero en esta historia: si hubieras buscado al revés ya habrías encontrado este rincón.

No suena el piano ni hay escenas de escarlata. El viento se lleva las historias para que a veces no vuelvan pero siempre viven los cajones que guardan nuestras mejores fotos. Las fotos del quizás, el recuerdo del supongo.

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6 thoughts on “El día de la punzada

  1. Cuántas historias como ésta tienes?? Lo digo porque creo que deberías escribir más a menudo cosas así… no es que el resto de posts no me gusten (creo que el tuyo es el único blog que no he dejado de frecuentar…)… pero es que esta historia me ha encantado!!
    Sabes? creo que en el perfil de Raquel encaja la curiosidad… y las curiosidades son como las tentaciones, al final siempre se termina cayendo en ellas..

  2. Y meses después, en su habitual estilo, el detective impuntual resolvió el caso. A veces estos inventos tienen su sentido

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