Las nubes sin sus pelos

Los que nos quedábamos a comer en el colegio teníamos partidito diario antes de la primera clase de la tarde. Solíamos jugar dos o tres mayores con un grupito de infantería al que llamábamos “los enanos”. Había alguno que apuntaba maneras, pero les ganábamos en fuerza y centímetros. Y eso de ganar era casi siempre…

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Los siete melódicos picos

Uno de mis amores platónicos me escribió una vez desde la Pérfida Albión diciendo que sus compañeros de habitáculo los escuchaban sin parar y eso le hacía acordarse de mi. Como para no tenerle cariño al grupeto. Aun así he de confesar que mi aturdamiento estereofónico tardó en fructificar. Los tenía desde hace años, en

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