Las nubes sin sus pelos
Los que nos quedábamos a comer en el colegio teníamos partidito diario antes de la primera clase de la tarde. Solíamos jugar dos o tres mayores con un grupito de infantería al que llamábamos “los enanos”. Había alguno que apuntaba maneras, pero les ganábamos en fuerza y centímetros. Y eso de ganar era casi siempre…
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