Como cada verano…

…toca cumplir la tradición.

Es decir, recordar que somos feos….

” La calle es un muestrario dantesco de pantorrillas peludas, sandalias infames, camisetas de tirantes bajo las que asoma la pelambrera racial, bodis –o como carajo se escriba- que embuten ombligos rollizos, pantalones ceñidos en torno a ancas descomunales, camisetas fofas con exóticas referencias, zapatillas multicolor fosforito con airbag, bañadores de pata larga que lo mismo sirven para rascarse los huevos mientras cenas en un restaurante , y otros horrores varios “

…y que uno ya no sabe si comprar una bicicleta o un dromedario para ir al trabajo

Asi que vaya todo esto dedicado al Decapitado que no siempre viaja en avión e informo de mi intención de ir próximamente a Huesca, a Ávila y al cine a ver Origen…que tiene una pinta estupenda.

Nos vemos en los bares (…si te quedas en casa te entra la depresión)

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2 thoughts on “Como cada verano…

  1. Gracias por la dedicatoria.

    En cuanto a la cita de Reverte, no tengo más remedio que puntualizarle. Yo siempre fui de pantalones largos y zapatillas, incluso en lo más duro del verano castellano. Yo también creía que eso de ir enseñando los pelos de las espinillas y los callos de los pies era bajuno, pero claro, por aquel entonces no vivía en las Vegas del Guadiana. Ahora, tengo que reconocerlo, he sucumbido a los pantalones cortos y las sandalias (a las camisetas de tirantes no, eso todavía me parece bastante repelente).

    El problema no es el uso de los pantalones cortos, sino su abuso sin límites. Nunca me pondría un pantalón corto para ir a cenar a un restaurante o a trabajar y nunca me pondría un pantalón corto rosa fosforito ni para salir a tirar la basura. Y siempre suelo usar mi talla, cosa que las chonis no hacen, usen ropa de verano, de invierno o de gala. ¿O en invierno no se ven rollizas mujeres embutidas en ropa talla supermodelo anoréxica?

    Estoy deseando que llegue el invierno.

  2. Recuerdo de hace dos años que pasamos por Extremadura que aquello era una sartén sin conocimiento. Llegamos a un pueblo llamado Santa Ollala de algo (que tal vez fuera Huelva todavía). No había nadie por la calle, entramos a un bar y estaba estrenándose Van der Vaart con el Madrid, toma nísperos. Era el infierno.

    También guardo «buenos» recuerdos de Écija aunque eso te pilla también algo hacia el sur. Habría que hacer algún viaje a aquellas buenas tierras donde mora el hereje.

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