El universo Fringe

Al principio nos asustó. Tenía un aire a Expediente X, pero sin la osadía de Mulder ni la complicidad de Scully. Temblabas al ver a Peter y temer que en cualquier momento saltara Dawson por una ventana. Incluso esa primeriza historia de amor inmortal, algo fantasmagórica, no daba buenas vibraciones.

Pero la tele ya nos advertía desde su catódica sabiduría: había que darle una oportunidad a Abrams. Tal vez la historia de los Bishop pudiera dar el salto a algo grande. Y lo dio, no me pregunten cuando…sería a mitad de la primera temporada. Poco a poco se empezó a entrever el trasfondo. Más allá de los monstruos de cada semana habría una mitología, una conspiración como eje conductor. Y si era lo que parecía, sonaba fenomenal: una guerra, experimentos mentales, moral discutible. Aquello empezaba a pintar bien.

Un científico chiflado y perdido, que poco a poco se va encontrando y dejando interesantes perlas…ese hombre esconde algo. La rubia detective gana presencia y atractivo (sí, también morbo) a cada minuto. Joshua Jackson te empieza a convencer. Pero de repente te das cuenta de que siempre hay un calvo por ahí. Y que esos tipos de Massive Dynamic tienen pinta de ser malos, muy malos….tanto como para preguntarte qué carajos tendrá el bueno de Broyles con Nina Sharp. ¿Es que no aprendió nada este hombre en The Wire? Ya está, consumado, la serie te enganchó.

Si no la has visto, deberías empezar a hacerlo. Capítulo a capítulo llegan respuestas, igual que en este texto irán llegando dentro de unas frases. Es decir, si quieres llegar virgen a la serie es el momento de dejar de leer estos párrafos y dar al play en tu monitor más cercano. Éste mismamente. No te defraudará.
 
Stop, fastforward. Sigamos.
 
Si todo empezó con un primer capítulo espectacular, la serie logró nuestro matrimonio al final de la primera temporada. Esas torres gemelas que emergen de repente para confirmarnos la idea de los universos paralelos resulta un gancho demoledor. El temor entonces estaba en cómo moverían los hilos en la segunda temporada y lo han hecho de forma magistral. La trama ha crecido, los personajes también. Fringe ya tiene lenguaje propio y un hueco entre las mejores series de nuestros días.
 
La clave está en ese personaje genial llamado Walter Bishop. Su humor, sus cambios mentales, su extraño pasado, su otro yo…John Noble está de premio. Y ponerle al lado a Astrid ha resultado eficaz. Unos rizos cocineros y forenses que parecen de todo menos de una agente federal. Otro hallazgo de 10.
 
Fringe tiene más juegos. El observador, que aparece siempre como lo haría Hitchcok. Nina Sharp, inquietante y que parece estar al tanto de todo. Broyles, que calla mucho de lo que sabe (y demonios, que es Lance Reddick). Y Leonard Nimoy, del que no hace falta decir mucho más. ¿Volveremos a ver a William Bell? Dicen que parece que podría que tal vez que puede que sí.
 
Pero lo mejor de Fringe es que bordea el límite entre lo real y lo imposible de una forma que te gusta creertelo. Combina humor y terror, acción con incluso a veces un poquito de gore. Y ya sé que lo he dicho, pero entre tanto y tanto te colocan unas cuantas sentencias de Peter Bishop. Impagable. Abre preguntas pero te ofrece respuestas…Este final de segunda temporada ya nos permite decir que van al grano, que no se perderán en dioses o zarzas ardientes. No nos dejarán en el limbo.
 
Se podrán hacer análisis mucho más amplios de Fringe. Ofrece muchas posibilidades, tantas como multiversos. Yo ya soy un convencido.

—–> Este texto forma parte de una colaboración que tenía prometida y que recayó en el universo paralAlo llamado “Aquí sólo se habla de series” <——–

 
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Deja un comentario