Black (living la vida) Mirror

Cuando trabajas en televisión, te está viendo mucha gente (siempre más de la que crees) pero en el plató estás hablando a una cámara. un cuadradito con una luz roja. En la radio estás metido en una pecerita, con un técnico enfrente, algún invitado… pero en relativa calma. Sin embargo, en persona las cosas cambian. 

Así, cuando pensaba que había vencido mi timidez juvenil … en 2011, al recibir en persona el premio Sapere Aude en Medios de Comunicación y TIC, me descubrí nervioso, con algo de temblor en las piernas y lengua de trapo. Arreglé la situación haciendo una defensa del abulense errante, de la juventud sin salidas. Más o menos lo que había contado en esta web, unos meses antes, en la entrada «Ávila (desde 418 kilómetros)»

Esta mañana, de repente, 52 personas estaban mirándome, en el inicio de su camino a un futuro mejor. Tenía que darles la bienvenida, explicar los pasos previos de procedimiento, dar unas primeras nociones y enfrentarles a los primeros ejercicios. Y, antes de abrir la puerta, estaba el pequeño vértigo de enfrentarse a un buen puñao de personas. Pero también descubrí hace tiempo, cuando hicimos algún programa en la calle o en centros comerciales, que en esas me sale un artista de dentro y se hace con la situación.

Empieza el año. Y acaba una etapa de reimaginación, para dar paso a otra (toco madera) de asentamiento.  He hecho de todo este último par de años: hasta «In English», como contaba ahí. Que aquello, por cierto, llegó a su término con un «Best Regards». Ni un Thank you que llevarse a la tecla. Ojalá allá no tengan ni piñas de Mercadona.

«Mi papá trabaja, pero menos que mi mamá», dijo M. este verano a una profe. Esperemos que esa impresión la recuerde de mayor, cuando le digamos que lo de hacer periodismo ni de broma (aunque parece que va más para artista de algún tipo de arte). El teletrabajo, ya le explicaré, tiene también sus diversiones, como la de tener niños en casa en verano que creen que su padre está jugando a los Lemmings (solo un poco). Y todo esto es para decir que tal vez en algún momento me oigan en un navegador, o un aparatejo, o qué sé yo.

Lo explico: los yogures están muy caros. Por no hablar de las toallitas, que más me habría valido hacerme accionista de Deliplus. Así que, para aquello de equilibrar el balance económico, he ido haciendo algunas chapuzas para ayudar a las IA a despertar a Skynet (nos estamos acercando). Entre ellas, leer textos con mi acento de varón castellano de España centro. Pagar no pagan mucho por esas cosas, pero Deliplus no se accionarió en una hora.

Así que ya saben, si un día me oyen en algo, manden audio por whatsapp o por otro invento tecnológico que tengan a mano. Y digo esto último porque yo, que me creo bastante informado y a la vanguardia en esto del interné, aunque sea por perro viejo cada vez más viejo, casi me zampo una previsible estafa. Un supuesto trabajo en el que, tras una hora de vídeo «motivacional» y de testimonios de éxito, pedían unos euros (pocos, pero a saber cuántos éramos) para pasar a la siguiente etapa del proceso. Hay que decir que estaba bien elaborado, con personas reales interaccionando por correos, redes sociales y hasta videollamada. 

Tengan cuidado ahí fuera, más ahora que las imágenes ficticias parecen cada vez más reales. ¡Que encima hay desalmados prestando su voz a las onerosas tecnológicas!

(Black Mirror: la leyenda del yogur de caña amarillo)

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