El sol que nace por el Oeste

Es en los tiempos oscuros cuando más hay que reivindicar la luz.

Hay una constante en vida, que ya he reflejado otras veces. Sería la de que los años comienzan en septiembre y las putadas -o las piedras en el camino y los imprevistos- llegan inmediatamente después -antes de o durante octubre- con el cambio de hora, para ajustarte los biorritmos a la falta de luz. Anocheceres, frío y luego la Navidad y pronto los saltos de esquí y los buenos propósitos.

Estamos, por tanto, en ese momento de bache. O de cambio, si prefieren ver ante cada imprevisto una oportunidad. Y algo de eso hay hoy en estra entrada, porque yo quiero hablar del sol.

Un sol y un viaje por la provincia de Ávila. Dá, aquellos días, tenía esa mirada de los que tienen una esperanza en el horizonte. Esa mirada poderosa. 

Dá tenía un amor al otro lado del océano. Y, por ese sur tan bonito, en un viaje con largas arboledas escoltando las calzadas, me contó cómo había inspirado una canción. Una canción que se titulaba, o esa era la idea, que el sol nacía por el oeste. Porque ella, su astro, estaba en Norteamérica. Y, por tanto, sus amaneceres venían del otro lado, donde sus ilusiones cambiaban los ocasos por mejores despertares. El oeste sabía a futuro y por ello, como escribí antes, su mirada proyectaba horizontes más allá de lo visible.

Me habló de ella, espléndida, de la foto que le había mandado (no había videollamadas entonces, ni tecnologías como las de ahora, un jpg aún había que escanearlo y valían el doble esas posesiones). Me puso la canción, la cantó. Solo quería acabar aquel viaje de trabajo para llegar a casa y hablar con ella. Su momento del día, saber de los amaneceres que le traía el oeste.

Cuando se nos fue, un amigo común me llamó para preguntarme si yo estaba bien. Si todo iba como tenía que ir, porque muchas veces nos dejamos, nos perdemos un poco en los aconteceres de la vida, y no preguntamos un simple «qué tal te va» porque pensamos -sobre todo cuando somos abulenses castellanos recios que nos cuesta abrir estas cosas- que va implicito que con altibajos, con idas y venidas, pero siguiendo la lucha cada uno con sus armas. 

Escribía ayer por aquí de «los míos».  De los que están, y de los que viven y vivirán en nuestro recuerdo. Cuando hace tres años escribí «la catarata» ya señalé las peripecias «sin posibilidad de repetición o de reencuentro» y cómo del Daily Planet ya siempre nos faltarán dos. Pero no, no son olvidados.

Reflejada la parte sombría, volvamos a la luz. La claridad de que una persona pueda permanecer en una canción. El fulgor de las locuras, la viva juventud, la imbatible diversión de los nuevos límites, la gran belleza de la vitalidad. Los destellos que siempre dejan alguna chispa y que nunca permitirán la victoria total de las tinieblas.

Dá, con esa mirada poderosa, el horizonte en los anhelos, el sol por el oeste… hoy me acordé de ti. De lo grande que eras. Del abrazo que quedó pendiente y que seguro que nos estás dando.

+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

Deja un comentario