Comiendo perro

Escribía por Twitter, recién terminado el libro “Perro come perro” de @RubenArranzVPL, que tendría que pensar un titular clickbait que diera homenaje a la obra. Algo como “Termina de leerse un libro con un café y lo que escribió de su tocayo le sorprenderá”

Pero poca sorpresa hay, si habéis leído a Rubén Arranz en sus informaciones y columnas. Es un tipo talentoso y valiente, siempre señalando con el dedo las verdades incómodas, sea esto una baja audiencia o un accionariado oculto. Esa forma de apuntar a la realidad que solía ser lo que hacía un periodista y que ahora es casi una rareza extraña en el oficio.

Carne de haters, mi tocayo Arranz además es calvo, como gustan de recordarle de vez en cuando sus lectores, y él nos glosa, más privadamente, a los amigos en sus redes sociales. Vaya, es que es muy bueno… y eso atrae a lo mejor de la red. Y empiezo por aquí, como podría haber iniciado el texto por cualquier otra parte… porque Perro come Perro habla del clickbait, de los haters, de las prisas, mediocres, presiones y delicias de los juntaletras y del efecto de todo ello en el periodismo como profesión y en los periodistas como seres. 

No destripo nada del libro si cuento que empieza con un hecho luctuoso: un suicidio. Y el libro de Arranz va creciendo a medida que se va metiendo hasta el fondo en lo truculento. El autor disecciona eso que no queremos mirar, y es lo que le conecta con su mejor versión, la que conocemos de sus artículos a pecho descubierto. Sabíamos que había periodista en Arranz, que había articulista de altura, y ahora gracias a Perro come Perro sabemos que también hay un escritor de novelas. Con una característica peculiar: la del que sabe pisar el freno entre tanta vorágine (aquí nos lleva a una más pausada Uruguay) para apuntar a la vida que va desnuda por el reino de la inmediatez y lo inabarcable. Arranz nos propone un camino demoledor, de los de retranca afilada, una novela que te apunta al higado o al riñón. Y, si eres periodista, lo vives más aún.

Como dijo un profesor de la universidad: «Os enfrentaréis a las 3D del periodismo: divorciado, desequilibrado y dipsómano».  Hace más de 20 años de esa profecía. Y esto lo escribe mi yo aún algo periodista, el que tantos años ha amenazado con comerse a mi yo integral, que ahora se resiste, se resiste… intentando aferrarse a otros caminos y vías nada fáciles pero que traigan el equilibrio ante la triple amenaza profética.

«La soledad de la cobardía» titularía -más allá del clibkait- si hiciese una reseña de la obra, si me pagaran por hacer cosas de esas.  Como, por el contrario, escribo por aquí, me voy a permitir el lujo de unir este libro al segundo mío, a #LHDHP.  Dudo que Arranz lo haya leído (La Huella del Hombre Pisada), no me consta. Pero está claro que, a nuestra generación de licenciados en esto, la crisis nos dejó similares ideas. A muchos al menos. El temor a los cobardes (a veces uno mismo, o su entorno) que temen desperdiciar la vida o equivocarse por seguir un sendero que no era. ¿O sí que era?

Es el periodismo, pero es otras tantas muchas cosas. Es la vida. Dice en el libro, hablando de una redacción, que «a veces pudiera parecer que un hilillo de dinamita recorre sus mesas». Al instante recordé una frase de Ignacio Peyró, en su libro «Ya sentarás cabeza», que anotaba que el periodismo es mejor recordarlo que ejercerlo. Y con ello recuerdo un día, en plena crisis de hace una década, y que es más o menos la época que se refleja en este libro, en el que se me ocurrió en una entrevista hacer un poco de apostasia del periodismo… y me cayó la del pulpo, por parte de compañeros que estaban esperándome con la guadaña. Porque…. Perro come Perro.

Estos días estreno mi paso a la enseñanza, si los hados son propicios y lo permiten. Aunque, como también refleja el libro, con los imprevistos del camino no se sabe nunca. No se sabe nada.

Tras la presentación en Pucela, ya de cañas con el autor, hablamos del optimismo y el pesimismo. Me lancé entonces, aupado por el azúcar del café, a soltar una campanuda sentencia que era más bien un deseo: «Optimismo, claro, porque tengo 2 críos y no debo permitirme lo contrario».

Leído el libro, sonando ahora «Halo on Fire» de Metallica, concluyo con una idea: Si hay alguna luz posible pasa por señalar, y combatir, la oscuridad. No por hacer que nada está pasando. Vale para el periodismo y para la sociedad, siempre relacionados.

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