La Escandinavia de Marazu
04/06/2015
Conozco lo que duele Escandinavia.
¿Sabéis de ese momento en el que “hay tanto calor y electricidad que puede incendiar toda una ciudad”? De ello habla la canción que marca el 3 (y da nombre al nuevo álbum de Marazu) y que es una de las auténticas delicias que conforman un disco especial.
Cómo no distinguir esos aires de Escandinavia, los vientos que ya se adivinan fríos aunque el invierno aún marque su presencia a lo lejos. Vivir en ese Ying, el irrepetible inmenso y único brillo… que antecede casi siempre al Yang, el consecuente e inevitable Hiroshima personal.
¿Qué es “Escandinavia” entonces? La sabiduría de saber que los cuentos terminan al revés más veces de lo que querríamos, de reconocer que hay “adioses” que sin embargo “hacen bien”…y siempre con motivos de sobra para seguir apostando por las bifurcaciones caprichosas. Un álbum, en definitiva, que no pide prisas sino horizontes, dejar a la veleta irte apuntando al norte de lo que propone Marazu.
“Éste soy yo”, dice el disco ya de inicio, tal vez una declaración de intenciones. Se nota que es un trabajo en el que Chila ha hecho lo que le apetecía … y ese valor hay que aplaudirlo. Pero es que encima destila clase: 44 minutos para disfrutar con pausa.
Jorge es parte de mi vida.. y es un habitual de esta web y sus vericuetos. A veces nuestras causalidades le dejan hacer un tiempo a las casualidades, y dejamos de vernos durante un tiempo. Conscientes, creo que con la inconsciencia de los dolientes, de que así los reencuentros ganan significado.
[De algún modo, las noches que nos dejamos debidas no harán otra cosa que dictarnos sentencia… y sentencias]
Y tal vez por eso os habrá pasado a muchos como a mí. Que llevaríais un tiempo sin escucharle en directo, y entonces cuando saca el single… te deja en shock, con la mirada clavada en su espejo, pensando si las letras escritas al revés no serán sin embargo las más certeras
Y con el paso de las escuchas lo entiendes. Comprendes que a pesar de ser una apuesta arriesgada, un sonido distinto, “Adiós!” se te va quedando adentro, y que estás tarareando el estribillo en la ducha, en el coche, frente al espejo. “Adiós!” es una buena eleccion de single porque es seguramente la canción más rotunda, más completa y cuidada. Ése es el acierto, encontrar un sonido propio. Madurez, singularidad… es el resultado lógico de los meses de Marazu en la carretera probando caras nuevas, sonidos, experiencias y colmaos.
“Subir al trapecio sin red y lanzarme sobre una canción” dice a mitad de álbum “El misterio”. Otro de esos temas con sonidos bien pertrechados, que dejan entrever una producción llena de esmero, con músicos que van dejando aquí y allá pinceladas de talento. Una obra que pide escucha reposada, tal vez conduciendo a 80 km/hora por los campos de Castilla, acelerando poco a poco con la propia cadencia creciente de los temas, desentrañando las pistas desperdigadas y la reivindicación de horizontes que el alienígena morañego nos ha brindado con este trabajo.
A bordo de “tu tren”, el disco sigue madurando sus arreglos allá por la pista 8. El romántico dedica entonces a una escuchante perdida un “no me quieres ni ver” y yo me transporto hacia atrás, viajero en el tiempo, al norte de mi Escandinavia…
(Un whisky, una barra del “Deli”)
Es entonces cuando, de vuelta a los auriculares, el barbas entona un “Ardió” y entiendes que lo que va a llegar dolerá. Una de esas canciones que se saca Chila del sombrero, letras fulminantes que dejan tiritando…
Mi compadre, mi cómplice. Te confieso, aunque tú ya lo sabes, que fue precisamente Delicatessen uno de esos lugares donde nos recetaron “Media Vuelta”. A ti, a mí y a otros tantos abulenses románticos… que algunos quedamos o quedan, nos dejaron “sin evidencias de la realidad, colgados del viento (o de la luna) en busca de una luz” que logre iluminar.
Sin luz ahora (ojos cerrados permitiendo entrar bien dentro a la canción) recuerdo un abrigo largo, mágico y trágico, acercándose a lo que pronto se me haría Hiroshima. Llegando como saben las de su pelaje, tarde pero siempre a tiempo. Una robotnik (todos tenemos una) de ésas que saben cómo dejarte los patrones helados y las directrices titubeantes. De fondo, un tal Marazu se cantaba unas coplas y un tema nuevo. Al reconocer las primeras notas se hizo el silencio y todo fue química inestable. Ya sabes, quien sabe si tan solo tal vez.
Así fue cómo vimos juntos girar la veleta en tu honor. En nuestro honor.
Esa es la belleza de las canciones, ¿no? Los viajes en el tiempo, los neutrinos escurridizos que se vuelven a asomar. Pensando algún día en volver a mirar la luna desde ese lugar que todos conocemos y que siempre ansiamos volver a frecuentar: la fría cálida gelidez de Escandinavia.
Y darse media vuelta…