Aerosmith es para el verano

Se me fue quedando un sábado extraño. Con ganas de meterme en alguna aventura, no encontraba aliados en la ficción. Y no los encontré en toda la tarde, de hecho. Las horas me las pasé echando en falta un John Nieve que llevarme al muro, un Kvothe que echarme al arcano, una Felurian a la que aullarle el frío. Aú. Amigo Neymar, por mucho que lo intentes con tus tribulaciones, no eres lo mismo como intriga o aventura. Ni de lejos.

Diablos, creo que echo en falta Galactica. Sí, Galactica. Perderse en agujeros negros, una borrachera con Kara Thrace – ziaaang, ziaaaang – y cargarse unas tostadoras. Echarle una canica al espacio.

Es culpa de este 2013 grisáceo y pantanoso.  Que va de primaveral pero es una presidencia de plasma. Una ficción, un engaño; un quiero y no puedo. Un no puedo porque no quiero porque no hay un sol que echarse a la cara. Y lo malo es que ya no se hacen canciones como antes pero tampoco películas o series con acción y aventuras. Si las hay son más malas, peores, sin gracia. Ficticias, de cartón. Tanta introspección domesticó la selva.

“Los viejos vicios nunca mueren” tiene tatuado mi amigo Calavera. Ya lo hablamos en uno de esos días lluviosos. Que menos mal que nos quedan los coches para vivir nuestras pequeñas aventuras.

Y al acabar el día me meto en la cama a escribir. Esta semana cambié sábado por miércoles, una cita inesperada con Manzaniano que acabó en cirugía de la realidad. Hoy que ha habido Shempions, he echado en falta cuando hace un par de años juntamos para la ocasión a Et, Ger, Darío, el maestro Calavera. Entre Paulaners hay otra vida y otras copas de europa.

El maestro del tatuaje lo escribió por su Facebook: “La música de los 80 sugería junglas, grandes espacios y grandes ciudades. Ahora sólo escuchamos pequeñas habitaciones”. Ya lo subí aquí otro día. Eso se lo robo y lo meteré en mi futuro libro. Calavera es un imprescindible. Un tipo de los que ya no hay, no se vende ni a sus propios colegas. Se leyó el guisante y no me regaló los oídos. No dijo, como habría hecho cualquier otro, “Tío, está superguay”. Calavera es un tipo indomable. Su frase fue certera, indómita y directa a la tráquea: “Tío,no me ha flipado pero me ha molado. Sobre todo algunas frases”.

Qué ganas de escucharse un Aerosmith contigo. Y con el tio Cester, que también ha dicho otra de esas frases invendibles. Esta vez, para descubrirla, tendréis que hacer un par de clicks (hasta el minuto 85)

Mi mejor momento de la semana fue conducir con rocknroll camino de Arévalo. Me he hecho 4 horas de ida y vuelta con motivo de “Credo, Las Edades”. Con la música a tope, como es debido, recordando que el rocknroll se inventó entre otras cosas para conducir. Verano, pelos largos, el placer de perderse. Recorriendo la ancha castilla, ventanillas bajadas, desgañitando un SO FAAAAAR AWAY.

Y que se joda el 2013

Y, como en todo viaje, con la música, el viento, las carreteras y los paisajes…han surgido letras para el futuro libro, que tengo empezado tímidamente y al que ahora dedicaré unos minutos. Las semanas que viajas, y llenas de amigos, siempre generan perlas de las que sacar ideas y sensaciones.

Ejemplo: mi buena amiga Eva, profesora de las que todavía piensan que se puede hacer algo en los colegios, incombustible e innovadora, me ha involucrado en una de sus ideas. Se trataba de ser entrevistado por sus alumnos, vía correo. Y tenían dudas que seguro que a Cester, un solitario por decepción, le gustará leer: ¿Por qué lo de empezar hablando de un perdedor?

“Me refiero a que no es una historia de jóvenes de instituto y vampiros. No es Edward Cullen protegiendo a Bella, ni el macarra de instituto que se liga a la animadora. No es una historia de americanos. Es una historia de aquí, de pasar muchas noches solo, escuchando una canción y preguntándote por qué la chica de turno prefiere a Edward Cullen o al musculitos. Es una historia de tipos normales, sin poderes ni trucos mágicos. Y por eso más sentida. Y por eso más real. Para ganar hay que aprender a perder.”

¿Cuál es tu parte favorita del libro? No me habían preguntado todavía esto nadie. Seguramente el principio, cuando recuerdo que antes la gente se enviaba cartas y no todo eran emails o Tuenti o Facebook. Cuando lo de enamorarse tenía un puntito más romántico.

Y es que me apetece escribir de grises. No de verdes. El próximo libro quiero que trate de cómo ahora las historias bonitas están en recesión. Hay una batalla de brazos caídos, salvo heroicas excepciones. De hecho lo primero que se me ocurrió, tirado en esta misma cama, fue el título, que todavía no desvelaré. Me pareció tan potente que quise seguir esa idea. De cómo nos rendimos a las pequeñas habitaciones y olvidamos el rocknroll, los viajes, las risas y los amigos. Ya no ando buscando guisantes, quiero reflejar la otra onda que vivimos cada día y contra la que hay que estar en guerra. Los 500 euristas. La muerte del viernes noche.  De que la mediocridad, telecinco, el roncerismo… no nos alicaten las neuronas. Del peligro de que así sea.

En ese viaje del que hablaba, de repente la radio recuperó un temazo que necesitaba escuchar. Him es buena banda sonora para lo que tengo entre bytes y riffs de guitarra.

“World was on fire, no one could save me but you
It’s strange what desire will make foolish people do”

Este ha sido un post de amigos. Y de vida. Y de que llegue el verano, que necesitamos sol. Y unas gotas, pero de Aerosmith.

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