El placer de perderse

Y llueve y llueve y vuelve a llover. Tengo el coche en Ávila esperando mejores tiempos para la lírica gasolina. Tengo las piernas cansadas de perderse en charcos. Tengo, en definitiva, la sensación de que me debo el placer de perderme o seré yo el perdido en esta búsqueda del laberinto y su salida, pared con vértice

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Querida Susi, Querido Paul

No sólo yo cumplo años, lo hacemos todos. Hasta los insultantemente jóvenes cumplen años. Hasta mi sobrino, aquel Mini-Ru de mis primeros tiempos blogueros, tiene ya el mismo número de zapatilla que mi madre. Crecen esas criaturas, crecen como demonios. Nada es lo mismo desde que tu sobrino te gana una carrera  de Mario Kart.

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