Las moreras de San Juan

Una historia de amor tal vez no debería empezar con una felación, pero ésta lo hará. Los amoríos son historias de vida y en la vida hay soportales, lluvia y cremalleras bajadas.

Conste que en la película no hago de Alatriste. Servidor ejerce de Iñigo de Balboa, observante mientras el rufián acaricia su daga y arrincona a mi compañero de armas. Me cobijo entre los carruajes con el ángulo justo para seguir el sorprendente devenir. La italiana parece silbar tirurí tata mientras descerraja, sabedora del oficio, lo que queda de jubón. La vida fue perra siempre a este lado y al otro del Mediterráneo.

Con la gasolina justa la ciudad siempre te asusta…

Es noche de San Juan junto al Pisuerga. Mezclo lo poco que queda de Coca-Cola, muevo mensajes y pienso hacia delante: qué sabrá el mismo tipo que está en estos huesos dentro de un curso: si alguien removerá las certezas, si todo seguirá igual o si todo será diferente, si el destino cambiará el orden de sus letras y encontrará por fin el sentido. Nada parece indicar que todo esté a punto de girarse, pero el viento es así: juguetón e indeciso de hacia qué dirección volará las cartas, las cenizas y sus correspondientes quemados.

Y el calor. Y tu fiebre.

Dentro de un cuento me reinvento y vuelvo a comenzar…

One day at a time

Tras el alba y a punto de quemarse, ruleta rusa del abrazo que no permitió cambiar de dirección.

Anestesia final de la carretera que ya no tomarían.

Mañana no va a llegar.

Tramoyista redactor, sabedor y escenario de las mejores historias, el coche carbura y acelera: Equivócate en todo, aprende idiomas, empaña los cristales. Sé pájaro para estar mojado.

Llévame a los bares más oscuros…

Las mejores no necesitan la canción…

… Son la canción y su planeta tu jukebox.

Y que Dios no ayuda…pero madruga [Y Miau]

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