El gigante rojo
26/08/2009
Como es de los pocos que me aguanta cuando me pongo sensible y plomizo fue al bueno de Jósatres al que le tocó escuchar la disertación. Se la solté de repente… y no por nada en concreto sino más bien como el inevitable resultado final de una suma prolongada de buenos momentos.
“Oye, Joe, hemos tenido días buenos, otros malos…Nunca hemos sido el grupo de los guapos, ni el de los más enrollados, ni el que estuvo de moda o el de triunfadores. Tampoco el de los despreciables, eso sí. Pero te prometo una cosa: no os cambiaba por nada del mundo. No entendería nada sin vosotros. Os quiero, joder”.
Alguien me dijo alguna vez que no le costaba decir te quiero salvo cuando la expresión adquiría todo su significado real. Lo dices poco. O al revés, como es mi caso, te sale justo del lado contrario. Lo saben bien los que más me aguantan…que llega un momento en el que no se me puede aguantar. Pero lo hacen, a pesar de que a idiota hay que reconocer que soy tenaz.
Pensaba por ejemplo muy ufano que nunca más volvería a ser tan cretino como lo fui con Vio en la universidad. Y es que aunque el camino te vaya haciendo más tranquilo, al final siempre puedes sorprenderte a ti mismo para mal… y recaer. Y entonces, cuando la gran mayoría se giraría y te abandonaría, va el tiempo y coloca todo en su lugar. Algo que sólo sucede con esas personas de las que hablaba en un principio, los pretorianos con los que no tienes que fingir lo que no eres, los escuderos que te aceptan en tus blancos, negros y diversa colección de grises.
Momentos duros de donde las uniones verdaderas salen reforzadas y con nuevos materiales irrompibles. No es que me haga falta recibir un regalo para saber eso, puesto que el regalo es sentir la lealtad que seguramente no merezca. El truco, amiga Pinup, está en el detalle…unas veces pitufo y otras veces más grande pero siempre capaz de sacarte una sonrisa
Porque el gigante rojo no es un peluche sino un corazón que carbura por los pequeños momentos, los asuntos no materiales, que hacen merecer la pena seguir con la lucha y emblema quevediano de este blog desde su inicio: “Contra la estupidez, la maldad, la superstición, la envidia y la ignorancia […] Que es como decir contra España, y contra todo”.
A veces dan más ganas de mataros que de deciros gracias. Sirvan estas palabras de redención para decir que os siento, que lo siento y que ( ¡qué carajo! ) os tocará escuchar algún otro más os quiero.
«a veces dan más ganas de mataros que de deciros gracias»
me ha encantado!!
un beso de Ana Nomellaman 😛
La leche! menudo bicho! Pues una cosa te digo…ése no te lo lavo!
Pues eso, ya se que me repito pero insisto «Del amor al odio hay un paso, en mi caso un minúsculo saltito», así que vamos a seguir dando brincos. Y espada en alto, señor Quevedo que seguiremos carburando.
Buenísima la foto… y, como siempre, el texto. Te pueden los instintos dexterianos?
Creo que te estás haciendo mayor….. Un besito!!
Pues tú ya habías dejado el chupete cuando yo vi la luz del sol por primera vez, jaja. Tened cuidado con el oscuro pasajero…
¡Sielos Leonsio! ¡Si a ti te llego por el sobaco y ese Elmo es más alto que tú! Me voy a llorar bajito.
vaya bixo…!!!ya veo que estásen la onda del compartir piso…´que te pague la mitad, eh?porque ocupa igual que tú.Una vez más te diré que estoy muy orgullosa, qué bien escribes…