¡A ver qué cartas nos reparte la piel!
Cuando cumplió su promesa y me llamó para tomar unas cañas, no cogí el teléfono. Ella todavía era de las de enseñar ombligo y poseía una belleza retorcida cual lagartija. En vulgo cristiano, me recordaba a mi catalana perdición. Ya no eran aquellos días en los que cruzaba el río y veíamos parejas follar. Las palomas en la
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