Jódete, Gallage
Atrás quedaba la Gran Manzana, pudriéndose en el espejo del retrovisor. Para que Arthur Gallage fuera otra vez libre, sólo hacía falta una llamada, el resto lo harían esos millones de razones que guardaba en una bolsa en el maletero. El sol, cómo un gran huevo naranja, se freía en lontanza. Arthur pisó un poco
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