La idea es, a partir de ahora, publicar en Navidad una entradita relacionada con Ajedrez. Y que sirva de memorial de las Navidades granadinas.
Esas tardes (no había internet) en las que mientras los adultos hablaban, o tomaban leche helada, el hijo de edad deslavazada (todos los demás eran muy mayores o muy pequeños) se tenía que buscar las castañas, jugando a la bici estática o aprendiendo a mover esas elegantes piezas que comandaban el salón de mi tía.
Así que Granada tiene esas memorias en mi cabeza: navidades de ajedrez, visita a mi tía, la mujer más guapa del sur de España (eso lo conté por «Graná«), jugar a la Game Gear.
También tenía ChessMaster en la Game Gear, aparte del Kasparov de piezas enanas. Pero el rival más duro era ese muchacho abulense que siempre sabía mis jugadas de antemano. Me encerraba (a mi tía le daba miedo que rompiese las piezas, que debían tener valor) y movía despacio pero tenaz contra mí mismo, ese contrincante al que se le daba bien leerme las ideas: no dejaba de ser yo mismo. Y solían ganar blancas, aunque a veces negras se aprovechaban de despistes inesperados.
Sea como fuere, Navidad es un buen momento para coger el tablero y jugar contra un familiar. Un buen ataque al enroque, entre champán y uvas, siempre es placentero.
En el online (lo contaba a principios de mes por «Ajedrez: el inicio«) la cosa ya avanza, con bellas batallas de inicio
Así que hay tenemos de nuevo a la familia del escaque con la octava edición y estos premios:
Y brindo por un 2025 en el que vuelva a jugar un torneo con tableros y piezas de verdad, en persona, que ya va tocando…