El corazón de Arenys
Decenas de años de maldición. Codazos en la cara, porterías que se hacían pequeñas, árbitros que resultaron gandules. Un país condenado al perpetuo fracaso en el considerado deporte rey. Colectivos más o menos brillantes pero siempre empequeñecidos por una negatividad constatada y creciente durante lustros. El mismo muro. Nunca pasaríamos de cuartos. No lo merecíamos,
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