Hay que joderse, Sancho

Con las luces de casa apagadas, el silencio habitando el espacio, durante instantes en los que cualquier ruido te hace afilar el instinto… con esa atmósfera adecuada he ido acabando, a grandes bocados nocturnos, Consummatum Est, la novela que cierra la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne de César Pérez Gellida. 

El hecho de que el inspector Sancho sea de Valladolid hace que rincones, paseos y guiños siempre sean más apetecibles, porque los entiendes y los reconoces, hasta los palpas. Pero es que, además, Hay que joderse, Sancho… resulta que Gellida te ha puesto vivir donde vivía yo, en el mismo puñetero edificio en el que viví de soltero.

He tenido que ir a mi viejo contrato de alquiler, porque mi memoria no quería recordar -y no será por no haber subido en ascensor mil veces- en qué piso vivía. Uno alto, sin duda. En el edificio más arriba del todo de arriba de los arribas de la colina de Pucela. Ahí, como Sancho. Subiendo la persiana y viendo un manto blanco debajo. No siendo difícil ponerse en las barbas del sufrido policía, escudriñando la niebla desde el octavo cielo, soltando su clásico «Hay que rejoderse». 

Y Augusto, mientras, tomando un gin tonic

El gusto por los buenos bares sigue presente: paseamos por La Española (cuando besa, como las pucelanas cuando besan), el Lonnegan y hasta algún centro comercial francés, la plaza del viejo Coso, el Pepe Rojo (por supuesto). Creo que la tercera y última novela es la mejor. Sales de ahí como quien sale una pelea en un callejón oscuro: con la adrenalina disparada, trocitos de carne y heridas emocionales y la sensación de que alguien está mirando detrás de la barra. Es buen sitio Pucela, sí, para darle vida a personajes como los de la novela.

Este invierno, por ejemplo, se hizo viral un guiri que, grabándose por Valladolid, comentaba que había venido a España por el clima y llevaba tres meses sin ver el sol. Pero niebla y este año, especialmente, lluvia… como londinense.

Estoy deseando ver de nuevo a Yon González (véase trailer arriba) metiéndose en el papel del asesino. Ese astuto manipulador con hoyuelo y sonrisa encantadora. El actor se lo ha currado (aquí cuenta cosas) y tiene un Farito por ello.

Yon, si ves esto: tenemos un sorbo pendiente en el Zero Café. Además, también por estas cosas recias castellanas, resulta que es bastante habitual que #PST y servidor nos acabemos encontrando con Gellida por los mismos bares, en uno de esos guiños que como lector te deja la vida. Está claro que Valladolid no solo es escenario; es personaje.

Como dije en una entrada de hace año y pico… 

Hay que rejoderse…

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