Aparecer en el pasillo e iluminarlo todo, ralentizando la llegada de los fotones, congelando el paso de los segundos, concentrando las miradas y despejando todas las aritméticas pendientes de encontrar su ecuación
Vive ahora o arrepiéntete después, nos dijimos muchas veces desde entonces para justificar cada locura. Vida de piratas, en ese tiempo de entreguerras, entre la adolescencia y la vida adulta, en el que cada tarde de viernes planeábamos una de corsarios listos para zarpar al mar.
Una IA nunca podrá entender esto, me consuelo de vuelta a la hamaca en la que mezo ahora mis canas y mis recuerdos. Por muy arrebatadores que nos presenten en las películas a esos bichos coleccionacircuitos, por mucho que nos estudien y nos aprendan, nunca entenderán el chispazo cuántico de una sonrisa universitaria, ese segundo de punzada que trastoca todos los planes y concentra cada línea de destino hacia su dirección.
¿Cómo no fascinarse? ¿Cómo no caer rendido ante la belleza? Como hace un perro que visita por primera vez el parque: mirando todo, gozándoselo todo, correteando, acariciando el viento y su libertad.
Cuando el camino parece un reto, pero uno que parece posible de alcanzar.
And if I had to crawl and beg
Would ya help me back?
Soy Matthew McConaughey buscando la estantería de los recuerdos, en el último recóndito lugar de un agujero negro, para permitirme volver a esos momentos, jugando con la luz, volviendo a sentir esa chispa única, la inocencia perdida. Sonriendo ahora yo, universitario entre las estrellas porque lo hicimos. Navegamos la interestelar, bailamos la danza de los momentos.
Y algún día seremos felices arrugas con bastón, porque, al estilo Dick Van Dyke, nadie podrá arrebatarnos aquel claqué.