Costumbrismo mágico

Vengo a hablarles de un vuelo de España a Irlanda que me dejó zambullido en un viaje interior a ninguna y a todas las partes a la vez. Fue como una película de dos horas recreada en mi cabeza mientras paladeaba la cuidada edición del nuevo e imprescindible libro de Pablo Garcinuño, “Así no vamos a ninguna parte”.

Lo ponía por Twitter al poco de empezar a leer los primeros capítulos: “Ojala pudiera patentar párrafos enteros y poder decir que son míos”. Creo que ahí me di cuenta de que la envidia, cuando es sana y especialmente intensa, se llama admiración.

Seguramente alguna de las líneas que desliza por sus historias, seguramente alguno de los párrafos que nos ha regalado Pablo en esta obra, sean de lo más delicioso que se haya publicado este año en español.

Exagerao, pensaran: “Como cuida a sus amigos este tunante”.  Adulador, repetirán: “Este pasa por ‘Los 4 palos’ a regalar los oídos a uno de sus viejos compañeros de chanzas, de when they were young» (aquí enlace a esta reseña allí)

Se lo trataré de explicar.

Pablo es un tío especial, alguien capaz de recrear un suicidio en un plato de huevos duros con tomate. Para ser capaz de visualizar y escribir algo así , me gusta imaginar que tiene que haber habido detrás un verano de lluvias abulenses, de esas que no acababan nunca, ni aunque rezaras por rayos de sol a la Virgen del Caño. Que de tanto llover no te quedó otra que imaginarle vida a un plato de huevos duros. Así me imagino a Pablo.

Debió de ser un verano así, que Pablo se quedó encerrado e inventó todas estas historias de tirón.

Hemos hablado muchas veces, todos, de una Ávila gris, pétrea, nevada… Hay una Ávila costumbrista mil veces reflejada, que con Pablo queda completada por esa otra visión de lo abstracto, de lo mágico. Creo que a lo de Pablo lo llamaré costumbrismo mágico.

Y no hay buena magia si no se tiene humor.

El “Humor Pablo”, el humor de quién tiene un gato y lo mira cada mañana mientras se toma un gazpacho con un poquito de ajo de más. Humor abulense morañego gatuno del amblés, con sabor a vino tinto de bar de siempre.

Aterriza el avión, guardo las notas y acaricio el lomo del ebook. Los cuentos de Pablo ronronean y yo encamino mis sueños a ninguna parte.

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