Las bandas del camino (I de III)
Siempre fue un romántico, un cursi, un moñas, un enamoradizo pintor de pupitres. De esos que le ponían a cada mujer una canción. Aunque la “ella” de turno no hiciera caso, me llamara “pegamento” o me esquivara con elegancia killer. Todas ellas tuvieron su canción aunque no lo supieran. Y aún llega el recuerdo de aquel u otro momento si vuelve a sonar esa melodía de marras. Así entendí siempre la vida, como un camino en el que la música ha tenido mucho que decir como compañía necesaria. Si no, nada de esto tendría razón de ser.
Contaba en “El Guisante” que…
“Me encapriché primero de una compañera con rasgos orientales. Llegué a perseguirla hasta un supermercado, para susto de los míos que nunca creyeron capaz de ello a un rapaz que en aquellas no sabía ni abrocharse las playeras.
Aquella primera obsesión se fue de la ciudad. Puede que de aquellos años no pervivan muchos recuerdos pero alguno sí que permanece inalterable. Por ejemplo, siento como si fuera ayer la sensación de estar deambulando por el patio del colegio buscando a aquella chica oriental. Buscando y rebuscando. Y vuelta a mirar arriba y abajo. Y acabar preguntando a otra chica cualquiera si era ella. Si era ella pero es que había cambiado de cara.
Tremenda decepción.De la achinada pase a una pelirroja y de la pelirroja a una karateka…”
Aquellos fueron los inicios, los primeros compases. Estos días, quiero dejaros unas entradas con las canciones de mi camino. Así, en estos días que estoy de vacaciones (ya instagrameare Menorca, dedicado a aquellos que llevan un par de meses poniéndome los dientes largos) no quedará el blog desatendido.
Esas primeras muchachas seguramente sufrirían mi recuerdo en canciones de Bom Bom Chip o semejantes. Qué le vamos a hacer. En esto todos tenemos un origen oscuro, somos hijos de nuestros padres y sus primeros cassettes.
Pero puedo fardar de algo grande. Lo contaba en “Hastío y estío” que “ponía la agujita con esmero y me entregaba al Dúo Dinámico. Eran los mejores, de manera incontestable. Si hasta hacían pelis con Marisol. Imbatibles. A veces me gustaba más el alto y otras veces más el bajo, pero daba igual. Esos tíos tenían swing.”
Canciones de derrota. Épica de gladiador caído, de encerrado en Alcatraz, de excavador de La Gran Evasión. Me veía como un Steve McQueen de cuarta, pero ya llegarían mejores tiempos.
Nos repartíamos las cintas en el coche. Yo era muy de las canciones de “Supergol” y a mi hermana le gustaban las melodías italianas. Ese Tozzi (o a lo mejor otro) cantando “Ti amo, ti amo”. Además, empezaba a llegar una cosa llamada CD, que decían que en el futuro podría tener también imágenes y cosas. A mí me hacía gracia lo que pudiera hacerse con “Tiburón” de Sergio Dalma (año 1992). ¿Lo rodarían en un acuario?
“Yo soy solo un pez amarillo inofensivo que compraste una tarde de sábado descolorido,
pero yo desde el agua seguiré tus movimientos porque no, no me fío de tus sentimientos”
Dalma fue mi primer gran concierto, junto al de Alejandro Sanz…del que me sabía todas. Estaba bajo las faldas musicales de mi hermana, que afortunadamente también empezaba a tener sus aciertos. Y así, a mi compañera de pupitre, con la que compartía tareas, teatros e iluminaciones le empecé a dedicar el “Naufragios” de Mikel Erentxun.
Llegarían las tardes de recreo y de parque y los primeros fracasos estrepitosos. No hace mucho volví a ver, en una boda, el vídeo de “Chiquilla”, que fue mi primera gran canción en repeat como enamorado impenitente. Y no, no envejece bien esa patilla chulesca. No la habremos chillado veces en verbenas…
A otro amor platónico le dediqué un tema….platónico que encontré de oferta en “Disco 70″. Antes, créanme, e compraban discos. “Tu canción sin nombre” se llamaba la melodía.
Y así fueron pasando los veranos, las cartas, las postales… y las radios. Por entonces era muy de poner la antena en posiciones inverosímiles para poder escuchar “Los 40″ en Ávila. Una canción lo petaba en 1996… y la rubia era de las de hincar el diente. Era un italiano que seguro conocéis…
Comenzaba la época de encontrar un camino, de coquetear con diferentes estilos de música en lo que te intentabas colar en las discotecas. Por un lado estaba el tema dance o techno, con temas como Blue (Da Ba dee) que era la canción para las chicas de las tarimas. Pero aquello no me terminaba de cuajar.
A mi hermana le acabaría regalando el “Unplugged” de Nirvana que…para que engañarnos…era uno de esos presentes que haces para quedártelo tú. Y, antes de que llegara el efecto 2000, me atravesó una flecha en forma de punzada. Se nos acababa el primer tramo de vida, la EGB y la ESO… y yo me entregaba a Blur:
“Estábamos de viaje de fin de instituto y lo recuerdo bien porque además ese día España ganó el mundial sub 20 conducidos por un tal Xavi Hernández. Tirando de hemeroteca compruebo que era 24 de Abril de 1999. Nueve años ya, rediela” (Un paseo por los 90)
Subíamos y bajábamos Vallespín buscando a los amores de turno. Mirando a Monsalupe – seguía siendo tirando a flojo – mi siguiente obsesión fue cómo “Vivir sin aire” de Maná. Y, ya en 2001, lo destacable fue el “Sin Enchufe” que me recuerda a rubias y paseos por San Roque.
Sobre lo que vino entonces musicalmente, ya en el instituto con las primeras novias, ligues e historietas… os lo cuento en un par de días o tres.