Bajo el efecto del apellido

Siempre supe que mi madre quería que hubiese sido de ciencias, pero no sabía que se uniría al plan cósmico para acabar con mi dedo anular. Maldigo aquel universitario día en el que sentencié no querer saber nada más de mujeres hasta el 2015. Se lo tomó en serio el centro universal de movimiento de mariposas y no sólo me tiene a pan y agua sino que se ceba con mi supuesto futuro receptor de un anillo.

Todo empezó en la universidad, donde de no ser por la diligencia de Alo ahora tendría un dedo tonto. Esa historia ya le he contado más veces: un enfado feo acaba con mi puño golpeando con rabia unos cristales. Desde esa demostración de inteligencia luzco un par de hermosos tatuajes (en forma de cicatrices) en susodicha falange.

Desde entonces me he empeñado sin quererlo en rasparme el dedo con todo lo que he podido: con las paredes o con lo que haya a mano. A ver cuanto aguanta la (poca) piel. Mi cuñado – un sabio – me suele responder que no me atormente: “es cosa del apellido materno, lo llevas tú, lo lleva tu hermana, lo lleva tu madre y ya venía de antes”. Cierto es que el efecto torres es acusado, sí.

Y así llegamos a antes de ayer. Al contrario que la población normal, he trabajado hasta el lunes para luego tener martes y miércoles libre. Suceso que no había mejor manera de celebrarlo que exponiendo mi mano a la portadora del gen, es decir…a mi querida progenitora.

He descubierto la cantidad de cosas que hacía con el dedo anular. Es el dedo con el que presiono el “intro”, el dedo que controla un par de cursores…y afortunadamente es el dedo que no uso mucho a la hora de presionar el botón de regatear en el Pro (lo siento Anawy, Germi). Al plegar la tabla de planchar (se nota que uno es diestro en el tema) mi pequeño anular quedó justo en el sitio inadecuado. Atrapado. Mis gritos de pánico no ayudaron a una rápida resolución mental del enigma (como sacar de ahí el dedo)…y ahí se quedó durante unos segundos. Serían dos o tres pero me parecieron 400. Como para ir a las Termópilas conmigo, lo sé. Quejica. Flojo.

Y oiga: el aceite es milagroso. Lo que parecía medio dedo recuperó su forma en unas horas. Ayer ya hasta sentía ligeramente el tacto. Hoy sólo permanece dormida la parte de arriba. Es una sensación extraña, como cuando te duermes encima de un brazo. Aunque lo bueno de tener un dedo tonto es que es tonto y va donde van los otros cuatro.

Peripecias aparte (sobreviviré) esto de que la navidad llegue cada vez antes me tiene enloquecido. He vuelto a pagar el alquiler del mes, lo que quiere decir que el tiempo ha vuelto a pasar demasiado rápido. Jou, jou, jou.

Katee que no se pasa por mis 30 metros la muy pellejuda.

Em…y no vale votarme a mi mismo como quidiota nacional del año. El resto de Premios Trapseia podéis seguir votándolos en este enlace.

Buena minisemana para todos.

+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

3 thoughts on “Bajo el efecto del apellido

  1. Poooobre ru =) si quieres hago mi cosa del hombro y te acompaño como lisiada temporal… =P

    lástima que sigas siendo hábil al pro jijiji

  2. Como lo vea Deivid le da un ataque de risa (lo del dedo y lo del pro). Lo del hombro no es necesario, ya sabes que tiendo a apoyarme en él cuando lo tienes luxado (el gen, el gen).

Deja un comentario