¡A ver qué cartas nos reparte la piel!
17/04/2009
Cuando cumplió su promesa y me llamó para tomar unas cañas, no cogí el teléfono. Ella todavía era de las de enseñar ombligo y poseía una belleza retorcida cual lagartija. En vulgo cristiano, me recordaba a mi catalana perdición.
Ya no eran aquellos días en los que cruzaba el río y veíamos parejas follar. Las palomas en la quinta se negaban a volar… pero estaba vago, en pijama y con patucos. Empezaba a hacer frío por mi recién estrenado nuevo barrio y ya me sentía como un enano sin becerro de oro.
Su misión era la de echarme polvos. No mágicos, sino más bien de los necesarios para salir en pantalla. Hoy, mientras accedía a otra sesión de pinturines, ponía cara de soñador que no cata realidades y recibí una colleja necesaria… “No pienses en ella, que estará en otros brazos. Y no te olvides: Mal de muchos, alegría de uno”. Amigo, te dije que utilizaría tu sentencia. (Yo lo siento, pero tengo alma de crupier)
“Siempre acabo triste y sólo… amaneciendo.
Ni me quejo ni me alegro, eso es lo que tengo:
Mi bandera, el fracaso, mi patria, un casino.
Quedan fichas y algún Almax, a ver si me animo.
Ven, Fortuna, ven, ven, ven. Pero recuerda que…“
Y así – canción mediante – atravesar el muro de la angustia de sentir que no encuentras la melodía adecuada para cambiar de rostro ante la vida. Diez docenas de euros después y tras varias centenas de ocasiones en las que me acordé de su familia entera, recuperé mi coche y sus dos espejos. Aparqué, trabajé, regresé y le reconocí un nuevo rasguño en su parte derecha. Otro cabreo amenazó con pelearse un hueco entre mis leucocitos pero ya era tarde: la ternura y la canallesca del buen Rafita me habían cambiado el ánimo. Supongo que en algo habrá intervenido también el viernes.
En definitiva –y a pesar de sus rasguños y de mis ganas de ponerle en ebay– el shuffle del mp3 fue sabio y me reservó otro viraje, esta vez hacía Quique González. Entonces me acorde de otra buena amiga, la cometortillas del patio. Ésta va para darle más buen sabor al cambio de sentido..
“¿Sigo la estela de un cometa,
o sigo mi instinto animal?
Soy el peor enemigo que me podía encontrar
tengo un pañuelo y un cuchillo
en el camino de vuelta a casa
mañana volveré vacío…“
Crónica de una semana que comenzó con una hora de sueño y transcurrió con sueño a cada hora. Final, intersección, hora de tirar el muro y pasarse al atrio (me esperan en mi Berlín Est)
Y como cuesta ponerte (obviaremos el verbo echar) polvos los martes eh! ja. Un besito desde la vida pendeja y huevona.