La tostada sagrada

Todo comenzó con el hallazgo de la tostada sagrada junto a la Iglesia de San Pedro. Un operario del servicio de gas rascaba con la paleta aquí y allá cuando se encontró con la sonriente efigie plastificada.

“Lo llevo siglos diciendo” –le dijo el esqueleto con grilletes- “Aquí en Ávila la gente siempre fue maja. Antipáticos os fuisteis haciendo después”.

Al oírlo Fausti, el jefe de obra, le pegó una voz:

“Pero qué dices, Euloooogio, que hablas solo. Anda tapa eso cuanto antes, que como vuelvan a ver el esqueleto nos sale caro el arreglo. No veas lo pesado que se pone el Alberto Martín del Pozo ése con el tema de las reliquias. Que se emociona y nos acaba dando un curso sobre Prisciliano”

Esta historia me confesaba Eulogio Pecino, palero y pitero, mientras me mostraba (foto adjunta) su hallazgo arqueológico…

Y es que Eulogio aseguraba que la voz le había hablado de verdad. La honestidad que transmitía, y los 50 euros que me metió en un sobre en B, me animaron a mover unas primeras piezas. Había que buscar eso de “Bread Stamper”, sin duda una pista del pasado para futuros detectives. Así lo había aprendido en mis lecturas de Alfred Hitchcock y Los 3 Investigadores, y era mi oportunidad de demostrarlo.

Acudí a la biblioteca pública a buscar bread y stamper. Mi intuición fue correcta. Ahí, por “Stamper”, encontré una obra en inglés (amarillenta y con algo de polvo) llamada “Hermes Trismegistus, the joyful of Abula. His victory over Ivan the Terrible and Teresa de Cepeda”

El autor, citando obras del medievo de C. Muñoz “Australis Gaudium” y Delpo A. “Risus revertum” desvelaba la gran verdad olvidada durante siglos entre rotonda y rotonda.  La traducción aproximada de su tesis decía…

“Ni la Católica olía mal ni Santa Teresa era fea. Sus arrugas, de haberlas, fueron de tanto reír. Ellas, como abulenses, eran parte de lo que entonces se llamaba “La Andalucía de Europa”, como así denominó Raimundo de Borgoña a la ciudad. Ya Jimena Blázquez logró sofocar a los moros contándoles chistes desde lo alto de la muralla”.

Tras esta revelación quedé pensativo. ¿Cómo fue entonces que llegó a nuestra ciudad la antipatía? El autor cita de nuevo una historia recogida por Delpo A. en su controvertida obra “Risus revertum”

“No queda claro si fue extramuros o intramuros, aunque todo apunta a que fue en la actual Plaza de Italia. En la iglesia se guardaban los carruajes. Un comerciante vallisoletano, nuevo en la ciudad, dejó a su corcel hacer sus necesidades caballunas en el lugar. Hete aquí que un abulense, risueño y confiado como eran por entonces, caminaba resuelto y decidido, sin mirar donde pisaba… ya que de todos era sabido que el abulense miraba siempre por el bien común y nunca dejaba a sus animales dejar sus caquitas (o cacotas) en la vía pública”

Alucinado estaba. Seguí leyendo:

“El abulense piso la caca, y el vallisoletano ni siquiera pidió perdón. Fue mala suerte para el viajero el que el de Abula fuera comerciante, de la Calle San Segundo… pues entró poco después a su local y pasó sin llamar, ni saludar, ni por supuesto disculparse. Es cuando se escuchó por primera vez esa frase -ahora maldita-, que las centurias han perpetuado:

‘¿Qué es lo que quiere?’

El pucelano, asustado por el tono, salió espantado. Esta historia corrió largamente como corre el Pisuerga camino del Duero, y quedó para siempre la leyenda de que el tendero abulense más que querer que compres busca echarte de su establecimiento. Y nada más incierto, ya que el abulense era de corazón puro… pero fue el vallisoletano y su boñiga el que provocó el entuerto”

Así que era cierto lo que dijo el esqueleto, le expliqué al señor Pecino, de nombre Eulogio. Por eso la tostada sagrada muestra una mujer sonriente, de mandíbula alegre. Una pista que dejó el bueno de Stamper para quien supiera seguir el rastro de esta historia. De hecho, otra leyenda resulta incierta a la luz de estas revelaciones. Resulta que Ávila no era tierra de cantos y santos, sino de risas y brisas.

Todo empezó a los pies de San Pedro. El Club de la Comedia nació en Ávila y toda la culpa es de Valladolid, de donde vino el frío, la niebla y la antipatía.

PD: El misterio de porqué entonces había un hombre con grilletes cerca de la tostada tendría también su explicación. Según consta en la obra de Stamper, siglos atrás se produjo un debate de latines entre los pujantes lazarillos C.Muñoz y Delpo A. El primero achacaba al segundo que habría sido mejor titular su obra “Risus captus”, por ser más “la conquista de la sonrisa” pero también poder leerse como “la sonrisa atrapada o conquistada”. 

Tras tres sorbos a un brebaje medieval, el segundo -por lo demás un conocido expoliador y pitero-  puso los grilletes al primero y le arrojó a una zanja.

Según Stamper, “Captus quedas, copón ya” fue la última frase que Muñoz de Colon y Oscopia escucharía en vida

Esta entrada se escribió originalmente para Los 4 Palos

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