La voz

La almohada no habla, recordé.

Pero tampoco la lámpara hace ruidos por sí sola y sin embargo el clinc fue real.

Desde que entré en la cama supe que algo no era normal. La atmósfera, el aire, el sexto sentido.

Temblaba entre silbidos, del viento o tal vez no era el viento. Fue clinc y di luz. No había nadie, claro, pero al volver la oscuridad regresó el tembleque.

La almohada no habla, pero ahí estaba esa voz. Riéndose de mí desde mi propia cabeza. Negándome que fuera a ser capaz de dormir. Asegurando que ya nunca se iría, que siempre la tendría como segunda voz dominando mi pensamiento.

Sudé y sudé; y recordé que la almohada no habla.

Pero ahora, cada vez que apago la luz, con otra almohada y otra lámpara, solo pienso en dormirme antes de que regrese esa presencia. Y su clinc. Y el tembleque. Y esa voz, y mi fiebre

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