Los bares que fuimos

Somos los bares que tejieron nuestras complicidades.

En eso pensaba cuando entrábamos en la calle de Los Bares, en Segovia. Entrar a “El Sitio” es entrar a un lugar de culto, donde tantas historias comenzaron“Es de los sitios más concurridos, quizá por sus maravillosos pinchos gratis (recomiendo especialmente las pulgas), porque es barato y por el trato de sus camareros”, dicen por la red. Y no les falta razón.

Nos miramos la gente de la carrera. Ahí, diez años después, hay el poso de muchas historias, encuentros, enfados, reencuentros. Queda sobre todo lo bueno, que fue mucho, y poco de lo malo, que con el tiempo pierde interés. Fuimos bares y risas, fuimos complicidades y aprendizaje. Tanto tiempo después, las miradas son de epopeya. No hace falta explicar nada de lo que somos, aunque la distancia haya abierto lagunas, ya que en cada guiño lo sabemos. 

Segovia nos fue y un poco de aquello nos sigue siendo. La ciudad que fue, y la que ahora es, tiene la distancia de muchos locales cerrados y de alquileres sin resolver. Pero mantiene algo del espíritu. Miro y todo parece igual o casi todo.

Casi, digo, excepto que las resacas duran el triple y las transaminasas están altas, las canas reinan imperiales y los chupitos con los que nos bebíamos la vida ahora son tsunamis de desequilibrio. Más barrigas. menos pelo y, sin embargo, ellas más guapas, más convencidas de donde pisan o de cómo han arrebatado corazones a los guisantes descarriados de cada cual. 

Visitamos salones donde las noches fueron eternas y solo bailan las nuestras. En el sofá, gente más joven de años, pero no de espíritu, se concentran en sus respectivos guasap. Con el tiempo no tendréis historias que contar, carcamales.

Miro la Carslberg que me sirve el profesional de la barra y arranco camino hacia el Azoguejo. En pocos sitios del mundo uno se puede encontrar más agusto, más convencido de estar ante algo bello, irrepetible. Algo que nos hace perdonar a la raza entera, si fue capaz de crear algo así.

Tengo en la boca el sabor de la cerveza, de la noche, de los reencuentros. De ver que aunque todo ha cambiado, todos seguimos más o menos igual. La vida ha golpeado, pero no ha cambiado la esencia básica.

Los bares que fuimos, pienso. Cuántos camareros serian grandes escritores. Cuántas grandes novelas quedaron sin salir porque no bajara esa botella de ron. Cuánta estantería quedo sin potencial. Cuánto joven de provincia, sin gran relato ni boato, habría sido un poco Cervantes, con sus quijotadas y barras detrás. Cuántas reflexiones habrán muerto, víctimas de resacas y olvidos, que habrán sido diamantes antes de que se acabara la botella.

Te amo, Segovia. por construir lo que fuimos y somos. Y por ser ejemplo de un futuro que quiero. De eso, mañana, hablaré en Los4palos.

Segovia. La más guapa. Ninguna fue nunca más bella.

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