Doce formas de entendernos

Una serie de ciencia ficción afronta un primer problema para abrirse al gran público: de primeras suena a friki. Los que lo somos y de forma orgullosa, nos añadimos sin más miramientos. Pero además de esa primera barrera, el universo Galáctica se ha enfrentado siempre al problema del nombrecito. Me pongo de primer ejemplo: de inicio Galáctica me sonaba a clase B. Y más aún si era una revisión de una serie antigua. Tanto me insistieron para que la viera que finalmente accedí. Y ya no salí.

No hablaré de Galáctica hoy (aquí pueden leer más) sino de su precuela. Caprica afronta todos los problemas anteriores más el añadido de jugar a ser el origen: “Si no he visto Galáctica, voy a ver Caprica…Ja.” Incluso para algunos galácticos el asunto no tiene sentido ¿Si ya sé cómo acaba, para qué quiero saber más?

Luego están los amigos picajosos y picones: Y si no es de naves ¿por qué necesitan irse al espacio? ¿Es que es tan grave que no les vale esta gravedad? Y ¿hablan klingon?

Pues contraataco: Caprica es mucho más que ciencia ficción. De hecho eso sólo es el trasfondo de la historia. Lo explicaba bien en su día Casciari (lectura recomendada) Y además ¿cómo explicarles lo que podría ser tener una holoband? Y engancharse a Torresani (mi heroina twittera)

Se esperaba de ella ser una digna precuela de Battlestar Galáctica con mitología y muchas batallas… y en esa suposición algunos se perdieron. Si no había naves, ni una dura Starbuck ni una rubia con pinta de ángel… ¿qué me va a ofrecer esa serie? Caprica es una precuela, sí. Pero tiene una personalidad propia y sobre todo un gran atractivo: nos enseña de forma magistral un futuro que no parece tan lejano ni descabellado. Vayamos por partes.

El universo Galactica nos presentaba doce colonias, de las que fuimos conociendo varios detalles a través de los capítulos. La caprica capitolina era la ciudad del poder, del politiqueo, los excesos, el lugar perfecto para ser un Gaius Baltar. Todos podríamos encajar ahí a cualquiera de nuestros actuales centros de poder. Otro planeta interesante parecía ser el de Tauron. Cabezotas como toros, regidos por fuertes costumbres, costumbres primitivas para un ojo rápido. Serían como una especie de centro mafioso: el honor, el poder, la familia. Galáctica hablaba de planetas, pero podríamos establecer sin dificultad una rápida relación con lo que hoy por hoy conocemos en nuestro planeta azul. Siempre fue eso Galáctica.

En Caprica vamos conociendo cómo el exceso de modernidad lleva a una inevitable caída del imperio de lo banal. Tampoco eso parece demasiado lejano de lo que conocemos… y el que haya visto el final de Galáctica ya sabe por dónde van los tiros. Es una precuela, pero bien podría ser también una continuación. Al fin y al cabo la rueda sigue girando. La vida artificial acaba surgiendo y con ello diversos problemas éticos. ¿Es más real nuestra realidad que una imaginaria? No es casualidad que ese tema cada vez esté más presente en nuestro inconsciente colectivo y en nuestras películas: de Matrix a Origen, pasando por muchos otros clásicos.

¿Y si fuera más emocionante una vida paralela, aun artificial, que la nuestra? con todos los excesos, todos los placeres entrando en nosotros de igual modo que los estimulos reales del mundo exterior…pero sin ninguno de los riesgos. Sexo, violencia, armas, poder…y llegado el momento, quitarte las gafas.

Una historia de decadencia, de ambición, de lealtades, de fiebre religiosa, de pérdida del sentido de la vida, de desconocimiento del límite entre lo real y lo irreal. De discernir la línea entre lo importante y lo innecesario. El hombre jugando a ser su propio Dios, las reglas que se deben quebrantar o no. Nuestra propia historia tal vez ineludible.

Caprica es ciencia ficción pero es sobre todo una pregunta a nosotros mismos. ¿Y si de tanto avanzar en computación acabamos siendo capaces de recrearnos a nosotros mismos? ¿Y si un avatar pudiera ser exactamente igual que tú, tener tus recuerdos, tu personalidad…e incluso en un futuro tu físico? ¿En qué momento de ese camino la vida artificial empieza a ser muy humana? ¿Puede llegar a tener dignidad un robot? Es ciencia ficción, pero catalogarla sólo como eso sería injusto. Lo de menos son las naves, aunque cualquier amante del genero las agradece. No es que Cáprica plantee por primera vez todas estas preguntas, pero la atmósfera en la que desarrola y cómo lo desarrolla, es lo que la convierte en imprescindible.

La serie promete y mucho. Y no he hablado de protagonistas, pero sobra decir que en el universo galáctica no hay personajes planos. No hay una verdad verdadera, buenos ni malos. Ganan las aristas. Si las audiencias lo permiten, me permito aventurar a que estaremos ante otro clásico, como ya lo es Galáctica.

Pd: Y quien no quiera este aparato en casa, que se lo haga mirar

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Esta entrada se escribió originalmente para «Aquí sólo se habla de series»

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