El globero retornado

Aunque fue el hombre perplejo el que me metió de lleno en el mundillo, habría que decir que mi idilio con este asunto de las dos ruedas sin motor venía de antiguo. Mi recuerdo más preciado de muy pequeñito era una gorra de Perico Delgado. Salíamos de misa y mis padres decidieron hacerme feliz llevándonos a ver un final de etapa. Segovia en un día que fue muy mítico: Vuelta a España 1989. El villano: Fabio Parra.

Luego, cuando todavía no habían llegado las maquinitas y mi mítica Game Gear, servidor se dedicaba a jugar a chapas y ciclismo. Era un método artesanal: papelitos con nombres. Pero si en las chapas sí que había manera de hacer destacar a los buenos (posición, deformación de la chapa) en los papelitos había que hacer trampa…si era montaña tocaba empujar más a Perico. Si era día de llegada masiva, lo suyo sería trampear un poquito con Abdoujaparov. Me cogía terribles berrinches si se agotaba la edición especial del Marca con los especiales de Tour y Vuelta. Pero terribles, terribles…. un día le hice recorrer a mi padre todos los quioscos de Ávila. Pero todos de verdad. Todos. Sin éxito.

Tenía todos los cromos de la época. Los míticos Reynolds, Kas, PDM, Kelme. En un encuentro, camino de lo que hoy sería Naturavila, le dije a Ángel Arroyo hasta cuántas pulsaciones tenía en dichos cromos. Se quedó bastante alucinado. Sí, era un pequeño niño friki al que le gustaba demasiado el ciclismo. Pero el tiempo no pasaba en balde y Perico fue decayendo poco a poco. Aprendí que era hacer la goma. Luego llegaron Induráin, Chava, Olano, las polémicas con J sobre Heras. La sombra del dopaje, Pantani. La mentira llamada Virenque (nunca me cayó bien el ga(ba)cho.

Año 2003, cumplo mi gran sueño de niño. Y a la vez tengo mi primera gran decepción como currela. Intereconomía Segovia, primer verano de prácticas. Me animo a llamar a Perico Delgado. Me coge el teléfono. Le entrevisto. Me gusto, como imagináis…18 minutos de entrevista. Me pongo loco de contento. Al día siguiente se emite…pero a los cinco minutos el técnico se lía un poco y en vez de borrar la línea de emisión…borra el archivo. La entrevista no llegó a sonar entera. Y por supuesto lo perdí. No me atreví a llamar nunca más al gran Perico. Algún día espero volver a cruzármelo.

Hasta ese momento, mi relación ciclista era a distancia…alguna entrevista, tardes de sofá empujando desde la tele, algún juego de Pc. Pero en aquella modesta radio apareció el globero perplejo. Se labró una amistad y un par de años después me llamó para juntarnos en la prensa de la Vuelta a Segovia.

Las cosas no salieron perfectas pero nos lo curramos mucho. Sin embargo, lo que nunca olvidaré fue el sentir por primera vez una carrera desde dentro. Ir en un coche de la organización de arriba a abajo. Sentir un abanico que se te echa encima del coche. Ver a un corredor escapado, coger referencias a pie de pista. Bajar por primera vez un puerto…eso sí, chiquitito. Luego vendría lo bueno.

Fue otro par de años después, ya en la Vuelta a Ávila. Ese fenómeno taurino llamado Pedro Hernández Vega llevaba el coche de la tele. Aquella vuelta nos dejó buenos momentos…un ciclista que de lento hace que se nos cale el coche en mitad de un puerto. El coche que no arranca en la cuesta. El embrague quemando. La fila de coches por detrás chillando, como es lógico. Salimos del apuro.

Viaje de Madrigal a Ávila en un tiempo que se consideraría kamikaze. Adelantamientos de El Barraco a Ávila que ponían la adrenalina a prueba. Una madre (la de servidor) que ante estas historias casi me prohíbe volver a salir de casa. Pero no lo podía entender: ese sentimiento te atrapa y sólo quieres estar en la siguiente carrera.

Al día siguiente se subía (y bajaba) Mijares. Salimos de Pajares de Adaja, pueblo ciclista y precioso donde los haya. Conducía Julio Jiménez, lo que llenó de anécdotas la ruta. Todas suculentas y la mayoría que no se podrían contar. Además de ciclista, al relojero siempre le gustaron los coches. Bajábamos los puertos de primera a toda castaña, y sin embargo el ciclista escapado se nos echaba encima. Si hubiera llevado yo ese coche la cosa no habría acabado bien. Dice un compañero que está claro que al gran Espagueti Volador le gustan los rallies y el ciclismo…

Carlos Sastre ganó el Tour. Y en el Adolfo Suárez me pidió que le pasara una foto por correo. “Eh, Rubén, ¿podrás enviarme esa foto?. Un ídolo me llamaba por mi nombre. Creo que leyendo lo anterior se puede entender la emoción que me dio aquello.

No había vuelto a pisar el ciclismo de cerca. Tengo a un campeón olímpico de vecino de enfrente (¡ánimo, Carlos!) y me sigo tragando todas las carreras que puedo. Pero me faltaba aquello de volver a la ruta.

Esta semana lo hice: unos kilómetros en la Baja Aragón y otros cuantos en la de los Pirineos . Eso sí, en llano.

Me he quitado el mono y a la vez ahora quiero más. Me quedo con la anécdota final… uno de los ganadores recibe el beso de la azafata. Le dice algo al oído y la chica se ríe…

El ciclista que saca el teléfono. El ciclista que apunta unos números. El ciclista que sonríe. La chica que se ruboriza. Mi compañero que suelta la cámara y me dice…

“No me extraña que gane…se nota que no pierde el tiempo”.

Pues eso, que viva el ciclismo.

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One thought on “El globero retornado

  1. Desde aquí todo esto dedicado a todos los ciclistas que ya no están. Y por supuesto con Víctor Jiménez en el recuerdo… Ya sabéis que Cardeñosa es como mi pueblo en Ávila. Dejo aquí un enlace a un texto que ha escrito su hermana

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