El día que cerró el Daily Planet

Me paralizó por dos veces y me troceó con la sonrisa… yo aún estaba muy verde y ella era pura kryptonita. La primera vez fue más problemática, aquello no debería haber reivindicado hueco entre mis costillas. La segunda sin embargo  fue aún más dolorosa: habían pasado meses, pero yo seguía inmóvil y transparente cada vez que se me cruzaba. Mi timidez era planetaria y ella hablaba con acento de Badajó.

Cada vez que pasaba por mi lado me salía alguna tontería. Disparaba por disparar, más por obtener una anécdota que por pretender nada concreto. Era una morena espectacular de pelo largo y rizado. Pequeñita pero de andares endemoniados. Su expresión siempre tendía hacia la sonrisa aunque se le acercaran idiotas como un servidor. Era afable y expresiva. A la mezcla sólo le faltaba tener sentido del humor… y lo tenía.

Tuvieron que pasar un par de años para dejar de ser el cretino habitual. Ella se fue a vivir con una amiga abulense común y el messenger hizo el resto. Nunca hablamos mucho aunque desde entonces adoptamos una broma: cuando me veía, se refería a mí como Don José. Yo a cambio le hablaría siempre en tono solemne y decididamente de completas absurdeces.

Terminó la carrera y en la lista de mujeres que nunca fueron mías ella siempre ocupó un puesto delantero. Siempre sería la chica que me hizo dudar, la falda corta que me apartó con elegancia killer al dejarme pasmado en mitad de una pista de discoteca. El pelo rizo que años después me dio el teléfono que en otros días habría soñado. Pero la historia no terminaba ahí

La voz de Carlos Goñi sonaba en el coche, carretera nacional pasado Villacastín. Éramos cuatro aventureros que al día siguiente tendrían resaca viviendo una de esas noches llamadas en principio a ser tranquilas, pero señaladas sin duda por Lucifer. Jueves de invierno castellano, cuatro caras detrás de un parabrisas que giraba sin descanso. Pocas cosas por hacer, parecía… teníamos que trabajar a las 9, pero se me ocurrió que podríamos acercarnos a Segovia; tal vez allí no lloviera. Engañamos para ello al cantante que buscaba absorto melodías entre aromas con piel de chocolate.

Empezó todo medio tranquilo, copa por aquí, charla por allá. En la Plaza Mayor pintamos una servilleta: quedaba prohibido el botellón filosófico. Para cumplir ese objetivo acabamos buscando el ropero amigo a orilla del acueducto. Pero además del ropero encontramos amigas. Unas más cariñosas que otras.

El cuarto jinete me detuvo cuando servidor bajaba unas escaleras: “Quieto Rubén. ¿Ves las luces del techo? Baja ahora hacia abajo, poco a poco, y mira a tu amiga con mi amigo”. Definitivamente se le veía mentolado.

Habíamos perdido al conductor, la idea de irse pronto se desvanecía. Amenazaba a noche larga que tal vez no lo pareciera tanto en buena compañía. Entraron entonces dos amigas por la barra. Una rubia y una morena contra un músico y un pseudo-poeta que de serlo esa noche habría mordido yugular. Pero no lo era.. y nos dieron las cinco y las seis y también las seis y cuarto y casi las siete.

El cielo se volvió naranja y los cuatro de inicio eramos ya siete sombras, peces nocturnos de ciudad. Tres de ellos además aleteando en un acuario ajeno del que sólo podrían salir ahogados: o bien por no nadar solos o bien por tener encima la tiranía horaria.

Regresamos ya con la luz de día, entrando por Las Hervencias reseteando lo vivido. Todo quedó en varios qué habría pasado si quizás. Cinco horas después la radio sonaba a un acorde de ti con garganta quemada y revólver.

Si eso fue Enero -que tal vez fuera Diciembre- Marzo llegó muy rápido. Entre medias sólo hubo un mensaje, una invitación al cine con 60 kilómetros de distancia. Ella no se creía que yo estuviera sólo. A mí no me cabía duda de que bajo las luces de un mismo cine su kryptonita habría vuelto a hacer efecto.

Pasó poco tiempo desde entonces hasta el final. Yo estaba en un tren, volvía de un viaje por la capital. La cobertura se iba entre monte y monte madrileño. Mirando a los pinos no quería responderme a la pregunta/sms que me quemaba en la mano: algo había pasado por allí en Segovia. Una puta circunvalación mal hecha desde el principio. Un trabajo que nunca mereció ir tan deprisa.

Una imaginaria sonrisa suya en un cine que por su eterna ausencia me iba a dejar congelado.

+1
0
+1
0
+1
0
+1
0
+1
0

8 thoughts on “El día que cerró el Daily Planet

  1. Hacía mil millones de años que no pasaba por aquí, no por falta de interés, sino por falta de tiempo, y he pensado que qué bien, una historieta de Segovia, con lo que me gusta leerlas entre líneas para a ver si me entero de quién es quién y luego decirte "ñeñeñe, a Ru le gusta Fulanita", aunque luego no tenga ni reputérrima idea de quién es nadie porque no das pistas útiles como si llevan gafas o usan sombrero. Pero esta vez he llegado a la puta circunvalación y no ha habido mucho lugar a dudas. Y ahora me siento mal, como si hubiera leído tu diario o algo. Y no sé muy bien qué decir y por eso digo todo esto.

    Un abracito estrujador.

  2. Inexplicablemente, tras recuperar la historia en mi cabeza, me he acordado de un tema que hice hace un puñado de años. supongo que inscientemente cumplí mi parte del trato. te dejo los argumentos en el correo.

  3. Gracias Jorge. A mi me gusta así, más descarnada. Siempre marazu.

    Ya ves Lu. En esta historia incluso sales, aunque no hay final feliz. Prometo algún día hablar de la torta y de aquellos machacaos. Lástima que no tuvieramos cámaras digitales por todas partes como ahora. Se agolparían muchos recuerdos.

    Tal vez incluso sea mejor así.

  4. A mí me encanta así de sincera.

    Rubén, cómo me gusta cuando escribes este tipo de cosas :)! Ha habido una frase al principio, que del disparo me ha matado ;)… qué gilipollas somos siempre buscando anécdotas para que luego sean pretexto de los recuerdos que nos gustará poder olvidar… maldito ser humano. muchos besos!!

  5. Hablando desde la ventajosa posición de quien ve los bombazos por televisión desde el sillón de su casa, porque es una guerra en la que no ha participado y que ni siquiera le salpica ni sabe quién se está desgarrando ni por qué (aunque haya librado muchas parecidas, y las haya perdido todas)…sólo puedo decir que este texto es realmente espectacular. Como se nota que con corazón y manos se escribe mejor que con los dedos.

  6. Qué necia soy, jugando a jugar a Miss Marple y luego no me entero cuando aparezco como la pequeña golfa invitada…

    El sábado estuve tomando machacaos con las Sanjuan y fue el punto definitivo para dejar atrás esta racha de echardemenismo y hacer algo con mi vida. Nada grande, tal vez, sólo cosas que pueda añorar dentro de unos años.

    Por cierto, llevo tiempo sin pegar a nadie… ¿cuándo nos vemos? 😉

  7. Fufffff, no sé ni qué decir, escribes tan bien que me dejas sin palabras y hacer un comentario sobre la anécdota que dio vida a tu texto me resulta pobre e injusto: no sé si por hermosa que fuera la historia tu post no la supera transmutándose en realidad en el universo de las historias.

    Mándame un email, please, quisiera contarte una cosa que creo que te va a alegrar. ^^ 4maranta@gmail.com

    ¡Un abrazo!

Deja un comentario